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Al mismo tiempo sacó las provisiones del cesto. Y aquí tiene usted un poco de dinero añadió abriendo el portamonedas. ¡Venga, venga el dinero! exclamó la enferma, abriendo con ademán de fiera las largas y huesudas manos sacudidas por un calofrío... ¡El dinero! ¡El dinero!

Un helado calofrío recorrió todo mi cuerpo al oírla proferir, con el tono tranquilo de un colegial que recita una lección, esas palabras de una tristeza desesperante. No protestes continuó, no es sólo de hoy que lo ; siempre tuve ese presentimiento, y verdaderamente no necesitaba asustarme tanto hoy.

Un calofrío de espanto me invade al pensar en lo que me espera. Y, sin embargo, me hará bien el acordarme una vez más de esos tres días y esas tres noches terribles, precisamente ahora que un sentimiento más tierno, una melancolía más dulce, parecen saturar mi corazón. ¡Atrás, atrás, todo pensamiento lisonjero que me hable de dicha y de paz!

No le faltaba más que expresar abiertamente sus deseos más secretos. ¡Oh, si fuera verdad! exclamé, sacudida por un calofrío de horror. ¡Desear la muerte de Marta!

Hice un signo afirmativo, pues el miedo, que hacía pasar por todo mi cuerpo un calofrío delicioso, me había quitado el uso de la palabra. ¡Que Dios te lo pague, buena e inteligente niña! exclamó estrechándome contra su pecho. Y mi respiración se cortó en una deliciosa angustia. Dejé caer mi cabeza sobre su hombro y cerré los ojos.

Tuve miedo y la llamé por su nombre; entonces una ligera sonrisa pasó por su rostro; se volvió penosamente y me miró de frente. ¿No te sientes bien, Marta? Sacudió la cabeza con expresión dolorida y cerró un poco la mano. Eso quería decir: Ven, siéntate a mi lado. Tomé su cabeza entre mis brazos y de repente un calofrío sacudió su cuerpo; que sus dientes castañeteaban.

Una tarde de fines de agosto, el escudero vino a decirle que Gonzalo, el mayor de los hermanos, se paseaba en compañía de Beatriz bajo los árboles. Ramiro fuese a mirar por entre los setos. Largo tiempo pasó ocupado en atisbar, por distintos parajes, el vecino jardín. De pronto, un calofrío, anterior a toda idea, le corrió por el cuerpo. Volvió a mirar.

El contacto de Angustias había impregnado mis nervios ya para siempre: la sensación estaba de continuo sobre , me erizaba el vello con un calofrío placentero. Angustias seguía formando parte de mi ser y me dolía como un miembro amputado. Martirio del corazón, martirio de la carne y martirio de la conciencia, acaso más desesperado que todos.

Llega el momento del sacrificio del toro, y los clarines lo anuncian con un toque fúnebre que hace pasar por los nervios y la sangre un hondo calofrío de terror y compasion. El Espada, rey de la escena, no entra en accion sino para dar muerte al toro.

El carácter principal de sus efectos piréticos es el de empezar por una impresion de frio en la piel, un calofrío prolongado, un enfriamiento que altera las funciones cutáneas; sobreviene despues un calor seco que llega hasta la acritud, que produce picazon, rubicundez, fluxion con eretismo; sudor abundante y general que conduce á una relajacion ó flojedad completa.