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Algunas cuadrillas llevaban como refuerzo un muchacho cargado con la aguja, pesada barra de hierro puntiaguda por un lado y rematada por el opuesto con una anilla.

La operación fué más fácil y más pronta para anilla de la pierna. La cadena cayó al suelo y Jacobo pudo extender sus miembros, libres ya del infamante lazo. Tragomer cogió la cadena y se disponía á ocultarla, pero Jacobo dijo: Arranca esas dos anillas; quiero llevármelas.

La libertad le imponía terribles deberes; tenía que justificarla descubriendo el verdadero culpable. Su evasión no podía tener excusa si no enviaba al criminal, hasta entonces impune, á ocupar su puesto en la cordelería, al lado de la fragua en que los penados forjaban sus propias cadenas. Instintivamente extendió el brazo y con alegría se sintió libre de la dura anilla.

Tragomer sacó un martillo y una pequeña lima de acero montada sobre una ballesta. Cristián no pudo menos de sonreir. ¡Herramienta de ladrón! Estaba ya manejando la lima con destreza y la limadura de hierro caía en polvo sin producir el menor ruido. Al cabo de un cuarto de hora la anilla del brazo estaba limada hasta la mitad de su espesor. Entonces, un golpe seco con el martillo la hizo quebrarse.

Tomando el instrumento por la anilla, colocándolo en el plano vertical del astro y moviendo con la otra mano la aliada, hasta conseguir que un rayo de luz penetrando por el agujero de la pínula superior, correspondiera con el otro, la línea fiducia señalaba la altura, contada desde la línea del horizonte .

Casi tendida ésta en una chaise-longue, quejábase de jaqueca, fumando un rico cigarro puro, cuya reluciente anilla acusaba su auténtico abolengo: tenía sobre las faldas, sin anudarlo, un delantillo de finísimo cuero y elegante corte, para preservar de los riesgos de un incendio los encajes de su matinée de seda cruda, y sacudía de cuando en cuando la ceniza en un lindo barro cocido, que representaba un grupo de amorcillos naciendo de cascarones de huevo en el fondo de un nido.

Los chorros afilados, o en láminas, o divididos en hilos penetrantes como agujas de hielo, atacan encarnizados con el áspero chirrido del acero. Rufete, que ya conocía el lugar y la maquinaria, se defendió con fiero instinto. Le embrazaron, oprimiéndole en fuerte anilla horizontal de hierro sujeta a la pared, y allí, sin defensa posible, desnudo, recibió la acometida.

Gertrudis lanza un grito estridente. Juan de este lado, en peligro de muerte... al otro lado, Martín fuera de ... El hacha brilla... Pero detrás de ella está la cadena, la anilla de hierro que le toca la cabeza... La toma con sus manos temblorosas, se cuelga de ella con todas sus fuerzas; y, en el momento mismo en que Martín va a poner el pie en el puentecillo, éste se levanta crujiendo.