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¿Que se me puede probar? , con el testimonio del duque de Lerma, y con el mío. Y bien, aunque se me pruebe que yo sabía eso... Habéis matado á don Juan de Guzmán junto al postigo de la casa de doña Ana; allí, junto al cadáver, hierro en mano, os ha encontrado la justicia. ¿A qué íbais por allí, señor Francisco Martínez Montiño?

Celso soltó una carcajada y tomando en la mano el palo de Bartolo lo examinó con curiosidad unos instantes. ¡Lindo palo, en verdad! Bien pintado; bien trabajado. Si Firmo le echa la vista encima, milagro será que no lo pruebe sobre tus espaldas. Con esto se encrespó de nuevo Bartolo y comenzó á vociferar tantas imprecaciones y bravatas, que su primo Quino se impacientó al cabo.

Tenía los ojos siempre posados en tierra y no despegó los labios en los breves momentos que allí estuvimos. Vamos, beba usted, señor; pruebe la gracia divina me dijo la madre.

La amaba, y ese amor saldría victorioso de todos los obstáculos, cuya importancia, por otra parte, se exageraba Liette. La amaba, y por la sola potencia de ese amor, se comprometía a convencer a la señora de Candore y a obtener su consentimiento. Pruebe usted murmuró ella vencida.

Hasta que se la pruebe de un modo ú otro, tenemos derecho á no querer ocuparnos de ella. Si bien se observa, la hipótesis de Leibnitz explica el orígen de las ideas, mas su enlace.

Pasé por detrás del banco en que estaban hablando Luciana y Gerardo, y como me ocultaban los arbustos, no sospecharon que estaba yo tan cerca ni que sus palabras, escasas y lentas, llegaban hasta . Luciana decía: Yo no tengo confianza. Y él respondió: Sin embargo, pruebe usted...

Entendámonos, señor Guimarán, si usted quiere examinarme... ¡sepa usted que yo... no aguanto ancas!... No se trata aquí de la grupa de nadie... sino de que usted pruebe la infali.... ¿La infalibidad? , señor... la infalibilidad... la in... fa... li... bi... li.... ¡Oiga usted, señor don Pompeyo, que a las canas no me asustan! y si usted se burla, yo hago la cuestión personal....

En llegando a París voy a publicar un opúsculo en que pruebe que la España es el país más dispuesto a recibir... Alto ahí, señor observador de un día dije a mi extranjero interrumpiéndole; adivino la idea de usted.

Yo pensé: llevando guita abundante, puedo distraerme un poco...; olvidaré sin dolor a la niña de Luzmela y a Rosa la del Molino...; ¿y no es también de justicia que yo pruebe el dinero de tío Manuel? Claro que dijo Salvador distraído. Pues aquí me tienes, médico, caminito de París...; ¿y ?

También se puede asegurar, sin temor de que ningún dato histórico pruebe lo contrario, que Platón no era valiente, y que, a pesar de tanta baladronada, su reputación de braveza empezaba a decaer como todas las glorias de fundamento inseguro. En los tiempos a que me refiero, el descrédito era tal que la propia vanidad platónica estaba ya por los suelos.