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Escuchaba con impaciencia los detalles facilitados por Rosalindo, al que llamaba siempre «el cuyano», apodo que los chilenos dan á los argentinos.

Entre las parroquianas de la casa había una joven que los dependientes designaban con el apodo de «la beatita». Era una criatura tímida, dulce, encogida, que hablaba con los ojos bajos y sonreía a cada palabra, como pidiendo perdón.

Por cierto que antes de ir adelante conviene expresar que un grupo de socios del Ateneo había puesto a Salabert el sobrenombre de El pícaro Guzmán con que le conocían. Pero este apodo no salió del círculo de amigos. Mejor éxito tuvo una frase del presidente del Consejo de Ministros explicando las iniciales del duque.

Homero... ¿un cigarrito?... Homero era Maltrana. Cada mes le colgaban un nuevo apodo los muchachos de la redacción, abominando de su cultura, que «les cargaba», y afirmando que, con toda su sabiduría, era incapaz de escribir la crónica de un suceso o pergeñar un crimen interesante.

Supongo que no será el de Marisalada; que muy bonito, y con algo de cariñoso, no es bastante grave para una artista de primer orden. Quizá continuará bajo el apodo de Gaviota dijo Rafael . Un criado del duque ha dicho al mio, que así era como la llamaban en su lugar. Puede que adopte el nombre de su marido observó el coronel. ¡Qué horror! exclamó la condesa ; necesita un nombre sonoro.

Pues á su novio, el nieto del tío Tomba. ¡Vaya un acomodo! Y las treinta bocas crueles empezaron á reir como si mordieran; no porque encontrasen gran chiste á la cosa, sino por abrumar á la hija del odiado Batiste. ¡La «Pastora»!... dijeron algunas . ¡La «Divina Pastora»!... Roseta alzó los hombros con expresión de indiferencia. Esperaba este apodo.

En los tiempos del virrey Avilés, es decir, a principios del siglo, existía en el susodicho convento de San Juan de Dios un lego ya entrado en años, conocido entre el pueblo con el apodo de el padre Carapulcra, mote que le vino por los estragos que en su rostro hiciera la viruela.

Eran los seres pacienzudos, honradotes y laboriosos a quienes la insolencia valenciana designa con el apodo de churros, título entre compasivo e infamante.

Está triste por las pérdidas que sufre y por los recuerdos. ¡Aquella sobrina que era toda su familia!... Lubimoff sabe por el coronel que no ha heredado nada de ella. La enfermera gastó toda su fortuna en ambulancias y hospitales. Su título es lo único que corresponde á Lewis. Se cumplió su profecía: ya es el tercer lord Lewis, con el apodo de «el Inútil» que él mismo se ha dado.

Era malagueño, según decía, y bastaba sostener con él un breve diálogo para enterarse a las primeras palabras de su nombre, lugar de nacimiento y apodo.