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Aplazaba, pues, su contestación para cuando ambos adquiriesen mejor ese conocimiento y ella tuviera esa seguridad... Pero con su mirada húmeda, agregaba bien claro: «Esto es pour la galerie... Ten un poco de paciencia, Vázquez, que no te haré esperar mucho. ¡De mi afecto, bien segura estoy

La aristocracia, creía ella, que dormitaba siglos hacía en dorada servidumbre, y que, contenta o resignada con vanas distinciones áulicas, dejaba el influjo y el mando a los Cisneros, los Pérez y los Vázquez, habiendo sido España una democracia frailuna, y ganando ahora con ser algo parecido a una mesocracia seglar.

Coca era una chicuela... ¡Había que perdonarle!... ¡Ella creyó estar enamorada de Vázquez, y ahora resulta que no lo estaba!... Tenía que confesárselo, aunque siempre dispuesta a cumplir su compromiso, si él lo exigía... Don Mariano no debía por eso juzgar mal a las mujeres... ¡Era ello una desgracia, una desgracia irreparable, ocurrida a él, tan luego a él, el más digno y generoso de los hombres!... Pero podía distraerse, olvidar, paseando y viajando... ¡Ya se casaría más tarde, puesto que su temperamento era el de un hombre de hogar, y como lo merecía por sus méritos y condiciones!...

...En efecto, en la próxima visita de Adolfo y Laura a la estancia de Vázquez, dijo Vázquez a Laura: Tengo todavía un servicio que pedirle... Laura guardó silencio... Tengo que pedirle me acepte un nuevo regalo que he recibido de Buenos-Aires... Laura hizo un ademán significando que, si era un objeto de valor, estaba ya decidida a no aceptarlo...

Refiriéndose a ese árbol genealógico, el primer almirante fué don Manuel de Castilla, el segundo don Cristóbal de Castilla Espinosa y Lugo, al cual sucedió su hijo don Gabriel de Castilla Vázquez de Vargas, siendo el cuarto y último don Juan de Castilla y González, cuya descendencia se pierde en la rama femenina.

Es que en estos pueblos de campo no hay más distracción que ocuparse de lo que hacen los demás... Vázquez rectificó: Y de lo que no hacen... ¡Bonita ocupación! Y añadió, cambiando de tono: Pues sépase usted que Coca tiene un novio, o festejante... ¡Cómo! replicó incrédulo el juez de paz. ¡Si no se ve con nadie en Tandil!

Ruborizose Laura hasta la raíz de los cabellos al oír semejante frase... Y Coca, siempre espontánea y sincera, le dijo en voz baja: Creo que vas a ganar la apuesta... Te casarás con Vázquez... Me alegro y te felicito... Si la coquetería y la mentira triunfan a veces, también triunfan otras veces la buena fe y la bondad... Lo reconozco.

La guardaré como en depósito, para devolverla más adelante...» Y ocultó la alhaja en el fondo de un cajón, junto a algunas otras joyas que recibiera de su madre. A los pocos días, el capitán Pérez pidió a Coca en matrimonio... Y Laura, yendo con su hermano a visitar a Vázquez, le contó toda la historia, rogándole no fuera a suponer un manejo torpe y desleal de parte de Coca...

Vázquez no pudo menos de reírse... Entonces me quedan aún tres días de espera para cumplir las dos semanas... ¡Cuánta cosa puede suceder en tres largos días! Y así fue. En el breve plazo de los tres días, mejor dicho, esa misma tarde, sucedió una cosa extraordinaria... Como era de rigor, había resuelto Coca consultar su probable compromiso con Adolfo, el jefe natural de la familia...

Recíbalo usted, como me lo ha prometido, y guárdelo como un recuerdo, aunque no quiera usarlo... Y, diciendo esto, don Mariano se despidió. Cuando, después de contar a Coca su conversación con Vázquez, salvo lo del obsequio, estuvo Laura sola en su aposento, abrió el estuche... Adentro había una valiosa sortija de dos magníficas piedras, un brillante y un rubí. «¡Vamos! se dijo Laura.