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La extensión de su guinda, eslora y puntal era proporcionada, no así su manga que era mucha, lo que nos hizo presagiar que sus balances habían de ser muy sensibles. La María Rosario estaba lista para darse á la vela con rumbo á las islas Marianas. A las ocho de la mañana pisamos la meseta del portalón de babor, recibiéndonos los ladridos del perro más gordo que jamás hemos visto.

Se explica que en tierras donde la Naturaleza nos da hechos tales utensilios, no haga grandes progresos la industria del hombre. Y ahora, acostémonos; que mañana tenemos que ponernos en camino. Se habían ya guarecido en el cobertizo, cuando con gran sorpresa para todos ellos oyeron por el lado del bosque los ladridos de un perro. ¿Los papúes? preguntó Cornelio, poniéndose en pie de un salto.

Permanecieron en un estado de dolorosa indecisión, fluctuando entre la espera prudente ó la loca aventura de atacar á unos enemigos cuyo número exacto ignoraban. No tardó Watson en saber dónde se habían ocultado los otros dos camaradas del gaucho. Sonaron lejanos los furiosos ladridos de varios perros.

La litera, según podía juzgar Quevedo por el silencio que le rodeaba, sólo interrumpido de tiempo en tiempo por lejanos ladridos de perros campestres y por lo sordo de los pasos de las cabalgaduras de sus guardianes, adelantaba por un camino. Oíase además el lento, monótono y acompasado rumor de aquella lluvia tenaz que no había cesado durante cuatro días.

¡Santo Dios, yo te doy gracias exclamo respirando como el ciervo que acaba de escaparse de una docena de perros y que oye ya apenas sus ladridos; pero de aquí en adelante no te pido riquezas, no te pido empleos, ni honores; líbrame de los convites caseros y de días de días; líbrame de estas casas en que es un convite un acontecimiento; en que sólo se pone la mesa decente para los convidados; en que creen hacer obsequios cuando dan mortificaciones; en que se hacen finezas, en que se dicen versos, en que hay niños, en que hay gordos, en que reina, en fin, la brutal franqueza de los castellanos viejos! ¡Quiero que, si caigo de nuevo en tentaciones semejantes, me falte un roastbeef, desaparezca del mundo el beefsteak, se anonaden los timbales de macarrones, no haya pavos en Perigueux, ni pasteles en Périgord, se sequen los viñedos de Burdeos, y beban, en fin, todos menos yo, la deliciosa espuma del champaña!

El trueno conmovió toda la huerta, despertando una tempestad de gritos y ladridos. Sènto vio un abanico de chispas, sintió quemaduras en la cara; la escopeta se le fue y agitó las manos para convencerse de que estaban enteras. De seguro que el amigo había reventado.

Primero el bosque, luego la casa con su corrada; después un jardín vasto y abandonado; enseguida praderas inmensas que se extienden por la falda de la colina y llegan hasta el río y aun lo salvan y se dilatan por la opuesta orilla. Por estas praderas se ve pastando el ganado, se oyen sus esquilas y los ladridos de los perros.

En lo alto del mangle, atan un perro, cuyos ladridos bien pronto atraen al caimán; este, tan luego se halla dentro de las fuertes emanaciones de la carroña, fija en ella su voracidad, hundiéndose en el interior de su descomunal boca, las afiladas barras del anzuelo.

Cerca del edificio principal salió á su encuentro Cachafaz, avisado por los ladridos de unos perros que daban saltos ante las patas del caballo, pretendiendo morderle. Los espantó el pequeño con sus gritos, escuchando después con la gravedad de una persona mayor lo que le dijo el emisario. Fué tanta su alegría al recibir el recado, que olvidando al jinete corrió hacia la estancia.

Y dicho esto por el Rey, se dignó Su Majestad desaparecerse, y con él se fueron todos los de su comitiva, y los arregimientos y las señoras de blanco, y tudo, tudo, no quedando más que un olor penetrante del ilcienso, y los ladridos de los dos perrazos que se iban perdiendo en las lontananzas de la noche fría, cual si despavoridos huyeran hacia los montes.