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Sea como sea, la escasez de sacerdotes instruidos y virtuosos excita más en el deseo de ser sacerdote. No quisiera yo que el amor propio me engañase; reconozco todos mis defectos; pero siento en una verdadera vocación y muchos de ellos podrán enmendarse con el auxilio divino. Hace tres días tuvimos el convite, del que hablé a Vd., en casa de Pepita Jiménez.

Así se lo dijo doña Paca a Fortunata, cuando esta le preguntó por su amo. «Anoche ha estado muy inquieto, porque hemos tenido convite y recepción en el principal y los coches no cesaron de alborotar en la calle hasta la madrugada.

A me agrada también, pero mi mala suerte y mis cortos medios no me permiten jugarlo más que a real cada juego. Y aun así, si se le da a una muy mal, bien puede perder veinte o treinta reales en una noche, como quien no quiere la cosa. Ya se comprende que don Paco aceptó el convite y fue de tertulia a casa de Juana; al principio, de cuando en cuando; al cabo de poco tiempo, todas las noches.

De modo que juntan en un plato todas las sobras de cuantas viandas les han servido a la mesa; hasta los dulces, si los hay, los juntan con lo demás. Luego que han acabado, llegan las mujeres y toman los platos de las sobras y se los llevan a sus casas, a donde también van los maridos, y juntos con sus hijos o amigos comen lo que ha sobrado en el convite.

Para casarse no se piensa comunmente en procurarse lo necesario para mantener la casa y los hijos, en contando lo suficiente para la boda, que es muy poco, si no se tiene convite, se casan los tagalos sin más pensar en lo que han de comer al día siguiente del matrimonio.

Ya se concibe, pues, que la instalación de una gran mesa de convite era un acontecimiento en aquella casa; así que se había creído capaz de contener catorce personas que éramos, una mesa donde apenas podrían comer ocho cómodamente.

El duque tenía en su casa un convite de Estado, y era de esperar que aquella noche no viniese á palacio; la camarera mayor estaba retenida por las obligaciones de su cargo en el alcázar hasta la hora de recogerse la reina, que era bastante avanzada; urgía avisar al duque, pero la dificultad estaba en procurarse un intermediario de confianza.

Como esta mujer vive tan retirada, no la conocí hasta el día del convite: me pareció, en efecto, tan bonita como dice la fama, y advertí que tiene con mi padre una afabilidad tan grande que le da alguna esperanza, al menos miradas las cosas someramente, de que al cabo ceda y acepte su mano.

Como los serafines, señó dijo el primo queriendo aprovechar el parentesco para introducirse en la fiesta. Las muchachas, repentinamente ariscas, como si les amagase algún peligro, se hacían atrás, negándose a aceptar el convite. Ya habían cenado, ¡muchas gracias!

No lo había dicho, cuando Florentina ofreció a Marianela el jicarón con todo lo demás que en la mesa había. Resistíase a aceptar el convite; mas con tanta bondad y con tan graciosa llaneza insistió la señorita de Penáguilas, que no hubo más que decir.