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En tiempos de mi difunto tío estaba esto muy mal; las aguas del riachuelo inundaban las partes bajas, los árboles crecían como y donde les daba la gana... Yo he puesto un poco de orden en todo eso y he convertido la finca en lo que usted va a ver.

No se apuró mucho, sin embargo: mientras el ministro leía, habíase ido incorporando poco a poco, haciendo mohínes de espanto y gestos de protesta, y de repente, con la agilidad de una gata cazadora que se lanza sobre el incauto ratoncillo, arrancó de manos del ministro la peligrosa carta y la arrojó al fuego... El papel se enroscó un segundo entre las llamas, quedando al momento convertido en cenizas.

Guadiana, vuestro escudero, plañendo asimesmo vuestra desgracia, fue convertido en un río llamado de su mesmo nombre; el cual, cuando llegó a la superficie de la tierra y vio el sol del otro cielo, fue tanto el pesar que sintió de ver que os dejaba, que se sumergió en las entrañas de la tierra; pero, como no es posible dejar de acudir a su natural corriente, de cuando en cuando sale y se muestra donde el sol y las gentes le vean.

El menosprecio que el Soberano hacía continuamente de la opinión de las Cortes, los nuevos pechos y arbitrios particulares que se imponían sin consultarlas, el Ordenamiento del Rey Alfonso anulado, las franquicias rotas, los fueros moribundos: tales eran los tópicos predilectos de sus arengas. El Gobierno se había convertido, según él, en un potro de extraer caudales y estrangular alientos.

15 Y vosotros os habíais hoy convertido, y hecho lo recto delante de mis ojos, anunciando cada uno libertad a su prójimo; y habíais hecho pacto en mi presencia, en la Casa sobre la cual es llamado mi nombre.

Conocía la fama de intolerantes que tienen los españoles para con los israelitas. Desgraciadamente aquel honrado hombre forrado de nuevo no podía ocultar su cara. La señora de Villanera sospechó que, por lo menos, era un hebreo convertido. Mantoux, que había transigido más de una vez con su conciencia, no hizo escrúpulos al acto de renegar de la religión de sus padres.

Salió escapado de la casa, y al poco rato los del herrero del bajo vinieron diciendo que le habían visto en la Ronda, pegando tiros contra la tapia de la fábrica del Gas, como para ejercitarse... ¡Ay!, la de los Pavos estaba aterrada. Toda aquella sabiduría lógica, que el pobre chico tenía en la cabeza, se le había convertido en humo sin duda.

¡Aquí dice secreto de Estado! dijo sin intención el joven. Pero en aquellas palabras el suspicaz Montiño vió una intención marcada, más que una intención: una explicación completa; su sobrino creció para él de una manera enorme, creyóse relegado al silencio, dominado, convertido en un ser inferior á su sobrino. Y no, no creas dijo que yo pretendo saber tu secreto.

Aunque a larga distancia, observó aquella tarde que el semblante de Maximina no era el mismo de otros días; la melancolía, siempre esparcida sobre él, se había convertido en profunda tristeza; sus miradas eran más frecuentes y más largas, y en torno de sus ojos un círculo levemente encarnado acusaba claramente el llanto vertido. ¿Qué le habrá pasado? se preguntó con inquietud. ¿La habrá reñido su tía?

La desgracia es no sentir, tener el corazón de corcho, y la cabeza de hielo; vivir por necesidad, por aquello de que por cien mil y más razones es necesario vivir. ¡Ah! cuando nada os interese en el mundo, cuando nada hostigue vuestro pensamiento, cuando todo os importe nada, cuando no penséis en nada, cuando comáis por no morir y durmáis por que se cierren vuestros ojos; cuando os hayáis convertido en un pedazo de carne insensible á todo, que obra como una máquina; cuando el amor y las locuras de los otros os den hastío, cuando no os encontréis bien en ninguna parte, cuando vuestra alma haya muerto, entonces, entonces si que podéis llamaros desgraciada.