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El hombre nos saludó muy cortés y se acercó á nosotros; pero al poco rato, como necesitaba escupir la bilis, sobre si yo había dejado por la mañana las tablas del camastro arrimadas á la pared ó en el suelo, me largó una bofetada... Allí vierais á la Carbonerilla hecha una leona fajarse con él á pescozones. ¡Pin pan! de aquí, ¡Pin pan! de allá... En fin, que el hombre se vió negro para librarse de sus uñas...

Asida á su Ataide Ayela, miraba, cual la leona que á su cachorro defiende, á Aben Jucef, que su cólera trocado habia en espanto, y ella, al verle, tembló toda.

El regreso del paseíto después de comer casi siempre lo colocaba en una situación crítica y zurda: o la manga de la levita blanqueada por el contacto de las paredes humanas, o el perfume de un ramo de jazmines, o lo inmoderado de un nudo de corbata poco defendido, o cualquiera otra causa, lo entregaban a las garras de la leona, y los celos de Norma estallaban: ¡Viejo libertino y sin vergüenza, inmoral, corrompido, sucio!...

El mismo Balarán, rodeado de sus más audaces satélites, había llegado donde ella estaba, la había asido de un brazo e intentaba apartarla de aquel sitio para acabar luego con Morsamor y los suyos sin que ella padeciese ni peligrase. No como débil mujer, sino como fiera leona, se resistió Urbási al propósito de Balarán, lanzando contra él enérgicas palabras de odio y desprecio.

Es mi ser natural; y como a los que me querían afinar y hacerme honrada les di con su honradez en los hocicos... ¡Qué ingrata, ¿verdad?, qué indecente he sido! Todo por querer más de lo que es debido, por querer como una leona. Y para que calcule usted si soy simple, aquí, donde usted me ve, si ese hombre me vuelve a decir tan siquiera media palabra, le perdono y le quiero otra vez».

El siglo se entorpece y va perdido: no seré yo el primero que ha dejado por su amigo su patria, casa y nido. Otro poeta judío hablando de la Inquisicion decia: Su hidrópica delicia es insaciable, y es y será y ha sido esta homicida tan libre como fué siempre mudable. Es leona de Albania conocida, corsaria, , de todo peregrino, y del mundo en el alma aborrecida.

Oye una cosa dijo el Delfín, que se recreaba en las singularísimas nociones de aquel espíritu . ¿Y si tu marido descubriera esto y me quisiera matar? ¡Ay!, no me lo digas... ni en broma me lo digas. Me tiraba a él como una leona y le destrozaba... ¿Ves cómo se coge un langostino y se le arrancan las patas, y se le retuerce el corpacho y se le saca lo que tiene dentro?, pues así.

Con ambas manos, María Antonia le rechazó tan violentamente, que faltó poco para que le derribase por el suelo. No parecía mujer, sino furibunda leona.

La Dorotea era una verdadera reina, una leona de la escena, y aunque la estremecieron aquellas palabras que había cogido al paso, no dió el más leve indicio de haberlas escuchado. Devoró sus celos, se mantuvo serena y miró á Juan Montiño. Entonces se aterró. El semblante del joven estaba demudado aún de cólera. ¿Qué ha sucedido? exclamó ; ¿qué tenéis, Juan? ¿Os habéis visto obligado acaso?...

Furiosa, como ella sólo sabía ponerse cuando le picaba la rabia, había salido de la Sociedad con la gorra toda torcida, bramando como una leona, con la pollera arremangada, y a pie, con paso corto y rápido, había llegado a su casa sin interrumpir la serie de colosales blasfemias con que se había despedido de sus odiadas compañeras.