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646 Oserve con todo esmero adonde el sol aparece; si hay ñeblina y le entorpece y no lo puede oservar, guárdese de caminar, pues quien se pierde perece. 647 Dios le dió istintos sutiles a toditos los mortales; el hombre es uno de tales, y en las llanuras aquelas, lo guían el sol, las estrellas, el viento y los animales.

El siglo se entorpece y va perdido: no seré yo el primero que ha dejado por su amigo su patria, casa y nido. Otro poeta judío hablando de la Inquisicion decia: Su hidrópica delicia es insaciable, y es y será y ha sido esta homicida tan libre como fué siempre mudable. Es leona de Albania conocida, corsaria, , de todo peregrino, y del mundo en el alma aborrecida.

Un día dije a uno de ellos que hablaba conmigo, en el café de Cassoulet, esquina Viamonte y Suipacha, un centro de pillos: ¿Y no bebes?... ¡Pide un gin! ¡Yo!... ¡Qué esperanza!... ¡El alcohol afloja la lengua y entorpece la mano! EL CAF

Es evidente que la onerosa ocupacion que en la actualidad pesa sobre estos infelices, no solamente los entorpece y los hace echar ménos su estado salvage, en el que siquiera se veian libres, sino que contribuye tambien á paralizar uno de los ramos mas productivos del comercio de la república.

Es preciso que lo sepas, hijo mío, cuento contigo para la continuación de mi obra; cuando conocí la defección de mi hijo, una gran tristeza se apoderó de ; es terrible, sabes, pensar que una casa creada por mismo, que contiene toda nuestra vida, ha de pasar a manos extrañas. Y, entretanto, es fatal, después de largos años de labor, la inteligencia se entorpece, la energía se debilita.

¿A quien no ha de causar esto mancilla, Si tiene de cristiano sentimiento, Que no quedó de toda la cuadrilla Alguno, mas que tres; pues el tormento Que pasan, y la pena, quien decilla Podrá? que á mi en pensarla ya el aliento Me falta, y la pluma desflaquece, Y mi lengua turbada, se entorpece.

No me exija el lector una exactitud que tengo por imposible, tratándose de sucesos ocurridos en la primera edad y narrados en el ocaso de la existencia, cuando cercano a mi fin, después de una larga vida, siento que el hielo de la senectud entorpece mi mano al manejar la pluma, mientras el entendimiento aterido intenta engañarse, buscando en el regalo de dulces o ardientes memorias un pasajero rejuvenecimiento.

Esta consideración me embota los dientes, entorpece las muelas, y entomece las manos, y quita de todo en todo la gana del comer, de manera que pienso dejarme morir de hambre: muerte la más cruel de las muertes.