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Comprende la porción de costa entre Zamboanga y Misarais, estando á cargo de un Capitán de Ejército; de ella depende el destacamento de Sindangan, en la bahía del mismo nombre; el fuerte lo forma una estacada cuadrangular con garitones en los ángulos, que defiende un cuartel de materiales ligeros; está guarnecido por un Oficial y 32 individuos de tropa. Esta fuerza debiera ser del tercio civil.

Más, mucho más que de su territorio, desearia apoderarme de lo que está dentro del territorio, de lo que está dentro de las ciudades, de lo que está dentro de las casas, dentro de la familia, dentro del individuo; de esa sombra que le acompaña, de ese centinela invisible que le custodia, de ese misterioso y terrible poder que le defiende; la palabra, la inteligencia.

, que la insultara ahora; no faltaba más, sino que la levantara la mano... eso es. ¡Pero, señor! cuando a uno se le acusa de algo, y es inocente, se defiende y presenta razones y excusas, pero no se queda ahí callado, abriendo tan sólo la boca para decir una desvergüenza. Ella necesitaba una explicación, que se la dijera qué significaban los misterios de estos días, el conciliábulo reciente...

No adivina lo que le aguarda... Es una muchacha «guapa», y no parece tener mucho miedo ahora que se le ha pasado el primer susto. ¡Pucha, lo que me dió que hacer cuando la traía en mi flete!... La tengo ahí dentro con las manos atadas, pues de no estar así se defiende y habrá que pegarla como á un hombre.

Sin embargo, The Custom of the country, de Fletcher, como indica V. Schmidt, en sus adiciones á la Historia de la poesía romántica, no es otra cosa en su conjunto, y conservando hasta los nombres, que una imitación de invenciones aisladas del Persiles, de Cervantes; y la escena, en que Guiomar defiende á los asesinos de su propio hijo, de los agentes de la justicia, es casi una traducción de la novela española.

Y no sólo la adora sino que la defiende, la propaga, la proclama eminentemente buena y útil, y esto con un entusiasmo, con una pasión, peor aún, con un gusto que ha concluido por inspirarme ciertos temores por ella y aun hasta dudas sobre ella... ¡si tengo razón, juzgadlo! »Un día el de su santo voy a saludarla y la encuentro sola, leyendo.

A un filósofo que está escribiendo un tratado en que se burla de lo que él llama preocupaciones del humano linaje sobre la diferencia entre el bien y el mal, decidle: «me parece, señor filósofo, que es V. un insigne malvado, pues que de tal modo se propone combatir lo mas santo que hay sobre la tierra;» y veréis como se olvida de su filosofía, y de cuanto ha dicho sobre el vano significado de las palabras virtud y vicio, y se indigna de verse calificado de esta manera, y se defiende con calor, y se empeña en probaros que es el hombre mas virtuoso del mundo, y que en aquello mismo está dando repetidas pruebas de lealtad, de sinceridad, de honradez.

Cuando esto no basta, ni chilla, ni alborota, ni escandaliza; pero se defiende cual una Pentesilea; lucha, como el ángel luchó con Jacob, en las tinieblas de la noche; y robusta, aunque angélica, suele echarle la zancadilla, derribarle, y hasta darle una soba, todo con muda elocuencia y en silencio maravilloso.

Su quiebra es una quiebra que no lo arruina ni lo lleva al tribunal; todo se resuelve para él en no pagar; las deudas de Bolsa no son deudas, y en el caso de don Eleazar ha pasado ni más ni menos lo que sucede en una casa mala de juego cuando se apagan las luces: cada jugador defiende con el puño lo que puede, y le aseguro que su patrón sabrá defender lo suyo. No se alarme: no perderá el puesto.

El ejército no pertenece á ningún grupo ni defiende determinadas aspiraciones: pertenece á todos, es nuestro, muy nuestro, y todos debemos unirnos, olvidando agravios y recelos, para tributarle el homenaje que merece.