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Desde la isla metrópoli tomaban vuelo, lanzándose lo mismo que pájaros de presa sobre distintas partes de las Indias misteriosas con mayor éxito que don Alonso, desgraciado como todo precursor. Los únicos que se acordaban de él eran los acreedores, para sus pleitos y procesos, y los muchos enemigos, a los que había ofendido con altiveces y pendencias.

Por lo demás, la cigüeña tenía el instinto de no aburrir, y siempre terminaba las conferencias pronto y de un modo brusco, lanzándose repentinamente en el aire, trazando graciosas espirales en su sereno vuelo y al cabo perdiéndose de vista. Pasó la primavera, pasó el verano, vino luego el otoño, como sucede siempre, y empezó por último a aparecer el invierno.

Por eso creo que el señor Varona tenía razón cuando afirmaba que aquella palabra era la síntesis más cabal de toda su existencia: en el tiempo de su vida, haciéndola penosa, mirándolo todo como secundario, salvo aquel propósito fundamental y esencial de todos sus días, uno tras otros; y después, al iniciarse la lucha, lanzándose frente al enemigo, buscando la muerte y encontrándola al fin; ¡él no fue más que un sacrificado consciente y espontáneo, desde el primer momento hasta el último!

¡Por Dios, señoritas, no deberían ustedes salir con este tiempo! Será mejor que me dejen mandar un recado al Instituto y les arreglaré aquí una buena cama. Mas la última frase se perdió en el coro de chillidos medio ahogados que arrojaban las niñas, agarradas de la mano, lanzándose en mitad del temporal, y muy pronto fueron envueltas en el torbellino huracanado.

Pero de pronto advirtió el ruido de los pasos de la que la seguía; volvióse; vió aquel bulto que en medio de la noche andaba tras ella, y lanzándose en súbita carrera empezó á gritar: ¡Madre, madre: brujas, brujas! La huérfana sintió entonces más claros los gritos de las mujeres, y llegó también á creer que había brujas por allí.

El reproche del cacique exaltó a los indios, y uno de ellos, rompiendo la vasija de barro que en la mano traía, exclamó: ¡Que me sigan los que quieran beber en copa de oro! El pueblo se desbordó como un río que sale de cauce, y lanzándose sobre los templos, se apoderó de los calices de oro destinados para el santo sacrificio.

Era la corazonada misteriosa que en el redondel le hacía desoír las protestas del público, lanzándose a las mayores audacias siempre con excelente resultado. Cuando salió ella del templo, volvió a mirarle sin extrañeza, como si hubiese adivinado que iba a esperarla en la puerta.

De noche dormía con zozobra, y muchas veces, al menor ladrido del perro, saltaba de la cama, lanzándose fuera de la barraca escopeta en mano. En más de una ocasión creyó ver negros bultos que huían por las sendas inmediatas. Temía por su cosecha, por el trigo, que era la esperanza de la familia, y cuyo crecimiento seguían todos los de la barraca silenciosamente con miradas ávidas.

Fué cuando renunció á servir al gobierno argentino, lanzándose como ingeniero particular á la exploración de estas tierras solitarias, en busca de un buen negocio.

Otras veces, lanzándose a la poesía, recitábale versos de D. Gregorio Romero Larrañaga y de otros vates de aquellos tiempos bobos. La radical ignorancia de la joven era terreno propio para estos ensayos de literaria educación, pues en todo hallaba novedad, todo le causaba el embeleso que sentiría una criatura al ver juguetes por primera vez.