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La muchacha con quien hablas es una criatura inocente, me entiende usted, y cándida como una paloma... Yo la estimo a ella y a toda la familia... La he confesado desde chiquita... Sentiría que con tu labia de madrileño turbases el alma de esa pobre niña...

¡Qué bello espectáculo ofrecería ese ejército vencedor al desfilar por las calles de la capital bajo arcos de triunfo y en medio de vítores y aclamaciones! ¡Cómo se sentiría confortada el alma cubana, el alma nacional, en presencia de ese abrazo fraternal que sellaría para siempre el pacto de solidaridad entre el ejército y el pueblo!

Que mañana, quizá, tu padre y tu hermano necesiten de estas prendas, que ahora tiran... porque yo he oído que sus negocios andan así, así... te juro que no lo sentiría sino por ti, que eres un pedacito de gloria; en cuanto a ellos, bien merecido lo tendrán; ese día me visto de colorado y canto el himno nacional en la calle Florida.

, me perdonará, pues no hemos tenido siquiera un flirt; a su alrededor hay siempre más de un comparsa perfectamente dispuesto a desempeñar el primer papel. Sin embargo, si me guardase rencor, no ocultaré que no sentiría ningún pesar; la señorita Alicia de Blandieres me es completamente indiferente. María Teresa cambió el curso de la conversación. Voy a prevenir a mamá que usted está aquí.

Tengo ganas de que seáis cura del Pavol. No se puede quitar a otro su puesto, Reina. El que está actualmente, es muy viejo, señor cura; espío con tierna atención los síntomas de su decrepitud. ¿No os gustaría reemplazarle? , evidentemente. No obstante, sentiría abandonar mi parroquia; treinta años hace que estoy en ella, y he concluido por amarla. ¿Habéis concluido por amarla?

Calculaba él, con aquella frivolidad afectada y natural al mismo tiempo de materialista práctico, calculaba que allá para el invierno él se sentiría fuerte como un roble y la Regenta estaría suave y dócil como una malva. Además, una barbaridad podía, si no echarlo todo a perder, retrasar las cosas, darles un giro menos picante y sabroso que el que llevaban.

Otras veces, lanzándose a la poesía, recitábale versos de D. Gregorio Romero Larrañaga y de otros vates de aquellos tiempos bobos. La radical ignorancia de la joven era terreno propio para estos ensayos de literaria educación, pues en todo hallaba novedad, todo le causaba el embeleso que sentiría una criatura al ver juguetes por primera vez.

Unos porque no se paran en psicologías, que juzgan inútiles, otros dotados de entendimiento sutil y perspicaz, porque lo aprovechan para escudriñar solamente el móvil interesado, casi nadie destapa esa mágica caja de sentimientos, y deseos, y esperanzas, y contradicciones, que se llama corazón humano. ¡Qué vergüenza sentiría Gonzalo si le dijesen que no se iba de Sarrió por no alejarse de la atmósfera que envolvía a su esposa, a quien cubría de dicterios en secreto, y afectaba despreciar ante el mundo!

Pero aquello sólo duró un instante: su alma, que parecía despertar é incorporarse, volvióse del otro lado y continuó su sueño. Si Pepe tenía una querida ¿á ella qué? Mejor: su indiferencia encontraba una justificación. Viviría más segura en su castidad: se sentiría más fuerte, pudiendo echar algo en cara á aquel hombre que parecía dominarla con su silencio. Era lo que á ella le faltaba.

El satín de aquel cuerpecito de regalo no sentiría asperezas en el roce de aquellas sábanas». Obdulia admiraba sinceramente las formas y el cutis de Ana, y allá en el fondo del corazón, le envidiaba la piel de tigre. En Vetusta no había tigres; la viuda no podía exigir a sus amantes esta prueba de cariño. Ella tenía a los pies de la cama la caza del león, ¡pero estampada en tapiz miserable!