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A cada instante hay un chambo y se vende una caballería; no es como aquí, que pasan los jueves en la Puerta de Toledo sin que se cambie una mala burra. Y yo, cuando no esquilo en las ferias, sirvo de arreglaor, y como tengo labia, doy mi empujoncito para que el compare venda su género, y después hay alboroque y se bebe el buen vaso de mor y la rica copa de pañaló.

Tienes más talento y más labia, y más aquel en la mollera, que toos los abogaos juntos de Cáiz, de Sevilla y hasta de Madrí... ¡Si sabría yo a qué aldabilla me agarraba cuando busqué a mi niño!...

Yo me conozco; muchas veces me he juzgado ya enamorado de veras, y me he equivocado siempre. En materia de amores, parece que pesa sobre la maldición del judío. ¡Voy errante a través de las mujeres y en ninguna me puedo detener...! He engañado a muchas, ¡a muchas!..., porque yo tengo partido, ¿sabes?..., yo tengo labia... y hasta parezco listo; hombre, ¿no te da risa?...

Durante un par de semanas leyó mucho, devorando obras diferentes, y como tenía facilidad de asimilación y mucha labia, lo que leía por las mañanas lo desembuchaba por las noches en el café convertido en pajaritas. Pajaritas eran sus conceptos; pero no por serlo, dejaban de cautivar a D. Basilio, a Leopoldo Montes y al mismo Feijoo.

Mas tan poca labia y malicia el pobrecillo desplegaba en este oficio chalanesco, que pronto hubo de quedarse en la calle. Últimamente le deparó el cielo unas señoras viejas de la Costanilla de San Andrés, para que les llevara las cuentas de un resto de comercio de cerería, que liquidaban, cediendo en pequeñas partidas las existencias a las parroquias y congregaciones.

En vista de la exigencia de Bonelli, mando llamar esta mañana a Trouchín, el de la calle del Arenal, que nunca me ha servido nada; le propongo servirme la cena de mañana, la ajusto, nos convenimos; pero el condenado ¿creerá usted?, con muchas cortesías y mucha labia me dice que si no le pago anticipadamente no hay cena... Esto ya es un insulto. Jamás me ha pasado cosa igual... Le diré a usted.

Junto al negro ataud de tus despojos ¡oh prócer de linaje apolonida! mi frente inclino, humilde y abatida, y un responso de amor rezo de hinojos, al pensar en tus épicos arrojos, en los laureles de tu edad florida, siento la honda amargura de la vida y se llenan de lágrimas mis ojos... No te alzas ya para domar la rabia, de la impiedad y el credo disoluto... ya no escuchamos tu ingeniosa labia.

Para tal hombre, una mujer de principios, de mucha labia, señora de finísimos modales, y que supiera honrar a su marido honrándose a propia; que supiera darle lucimiento luciéndose ella misma; una dama que se creciera cada día haciéndole crecer, porque el secreto de las brillantes carreras de algunos hombres está en el talento de sus mujeres.

Lord Gray además con su ingeniosísima labia, su simpático carácter, y también poniendo en práctica estudiadas artimañas y mojigaterías, como yo, había conseguido hacerse respetar y querer vivamente de doña María. Además solía ridiculizar con gran desenfado las ceremonias protestantes.

Dándose a pensar en esto, vino a descubrir que en medio de su gran pobreza conservaba un capital que seguramente le envidiarían muchos: las relaciones. Conocía a cuantos almacenistas y tenderos había en Madrid; todas las puertas se le franqueaban, y en todas partes le ponían buena cara por su honradez, sus buenas maneras y principalmente por aquella bendita labia que Dios le había dado.