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El usurero, excitadísimo, se abrazó á tan débil esperanza como el náufrago se agarra á la flotante astilla. Viviría, ¡pues no había de vivir! Papá le dijo Rufina llorando, pídeselo á la Virgen del Carmen, y déjate de Humanidades. ¿Crees ?... Por no ha de quedar. Pero te advierto que no habiendo buenas obras no hay que fiarse de la Virgen.

Ulises esperaba tropezarse con la viuda al pasar frente á una de estas mansiones, loteadas ahora por pisos, y que exhibían en el portal las chapas indicadoras de oficinas y almacenes. En una de ellas viviría indudablemente la familia amiga de Freya. Luego dudaba, atraído por la blancura de las flamantes construcciones surgidas entre el caserío venerable.

Volvió a mirarla fijamente y palideció. «Me han asegurado dijo que usted pretende pasar por hija de mi desgraciada Virginia. ¿Es cierto que usted lo cree así? ¡Oh!, ¡que si lo creo! exclamó Isidora echándose a llorar . Si no lo creyera, no viviría...

No tiene más que cincuenta años y podría ver aún a sus hijos crecer, pasar de la adolescencia a la juventud y ¿quién sabe? tal vez viviría bastante tiempo para verles también casados...

Pero aquello sólo duró un instante: su alma, que parecía despertar é incorporarse, volvióse del otro lado y continuó su sueño. Si Pepe tenía una querida ¿á ella qué? Mejor: su indiferencia encontraba una justificación. Viviría más segura en su castidad: se sentiría más fuerte, pudiendo echar algo en cara á aquel hombre que parecía dominarla con su silencio. Era lo que á ella le faltaba.

Don Diego lloró con ella: las lágrimas se deslizaban por su rostro varonil como la lluvia sobre una estatua de bronce. Cometió todas las cobardías que el amor exige. Habló de la futura condesa con una frialdad rayana en el desprecio; prometió por su honor que ella no viviría largo tiempo y hasta ofreció a la señora Chermidy que le permitiría ver a Germana antes de la boda.

El Padre Alesón había dicho a Belarmino que Angustias viviría, hasta el día de la boda, en el convento de las Carmelitas, en las afueras de Pilares. Belarmino solicitó permiso para ir por las tardes a pasear en torno al convento. Siempre que usted me prometa no intentar ver a su hija, yo le concedo permiso. Belarmino prometió y cumplió. Los primeros días llovía irremisiblemente.

¿Por qué ponía Fermín aquel gesto? ¿Había dicho él algún disparate?... Pues si no le gustaba esta solución, tenía otra. María de la Luz podía irse a vivir con él. Le pondría una gran casa en la ciudad, viviría como una reina. A él le gustaba la muchacha: bastante sentía los desprecios con que le había afligido después de aquella noche. Haría cuanto supiera para que fuese feliz.

Figúrate que el señor de Seligny es el padre de la infortunada de quien Adela recibió la vida. El matrimonio de Evrard y de Angélica estaba ya decidido, y, sin la infame perfidia de Maugis, esta familia viviría dichosa.

Después de una larga reflexión tendió su diestra velluda al capitán. ¡Adiós, Ulises!... El no quería obedecer, y un marino que desacata las órdenes de su jefe debe desembarcar. En ningún buque viviría como en el Mare nostrum.