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En fin, se dejaron ver veinticuatro disformes sayones, que eran como la vistosa comparsa del agradable capitán de la guardia africana Abu-el-Casín, que venían con sendos látigos en las manos, sacudiendo a derecha e izquierda para despejar el terreno y mantener en razonable distancia a los curiosos e impertinentes.

Así colocadas y con extraño silencio recorrieron los talleres, dando no qué aspecto de aquelarre a la bulliciosa fiesta. Al punto recibió título aquella nueva y lúgubre comparsa; llamáronle la Estadea, nombre que da la superstición popular a una procesión de espectros.

Concluído el almuerzo, llegó la hora de ir á misa; y al acercanos á la iglesia, fuimos acometidos por una comparsa de danzantes, bajo cuyos arcos tuvimos que pasar más de dos veces; honor tributado exclusivamente á las notabilidades del pueblo, ó mejor dicho, á todas las personas que podían dar algunas monedas de gratificación, en cambio de tan señalado festejo.

En el día le hay y no debemos dar pábulo a que se sigan escribiendo novelas en que Cristo, San José y la Virgen y los apóstoles sean protagonistas, cuando no el coro o la comparsa de una acción relativamente insignificante para la historia del mundo, como acontece en la por otra parte bien escrita y celebérrima novela cuyo título es ¿Quo Vadis?

En aquella comparsa, la más alborotadora y risueña, figuraba Guardiana. Nunca el júbilo y la feliz imprevisión de los pocos años brillaron como en el rostro de la pobre chica, que a tan poca costa y con tan poca cosa divertía sus penas.

Conspiraban las infantas brasileñas con sin igual descaro; conspiraban los voluntarios realistas, ayudados por la turbamulta de frailes y clérigos mal avenidos con la idea de perder su omnipotencia; conspiraban las monjas y los sacristanes, muchos militares que se habían hecho familiares de los obispos, y para que no faltase su lado cómico a esta comparsa nacional, también se agitaban en pro de D. Carlos muchos señores que habían sido rabiosos democratistas y jacobinos en los tres llamados años de la titulada segunda época constitucional.

Se le llevaron en burlesca procesión, él delante, aislado por su propio tizne, y ya con la dignidad tan por los suelos, que empezaba a dar jipíos; los chicos detrás haciendo una bulla infernal, y la tarasca aquella del moño lacio amenazándolos con endiñarles si no se quitaban de en medio. Desapareció la comparsa por una puerquísima y angosta escalera que del ángulo del corredor partía.

Como era tan presumida y extravagante en su vestir, creí que doña Flora preparaba para su propio cuerpo aquellas vestimentas; pero luego conocí, viendo su gran número, que eran prendas de comparsa de teatro, cabalgata o cosa de este jaez.

Si no se puede escribir en este país; luego, la están haciendo de una manera... Yo también la silbaría. En el auditorio son las expresiones fugitivas. ¡Vaya! Ya tenemos el telón bajando y subiendo. ¡Bravo! se han dejado una silla. Mire usted aquel comparsa. ¿Qué es aquello blanco que se le ve? ¡Hombre, en esa sala han nacido árboles! ¿Lo mató? ¡Ah, ah, ah! Si morirá el apuntador.

Alejandro vistió su uniforme de «Tenorio», color blanco y celeste, con gorra de oficial de marina, espléndido specimen de mojiganga criolla; se echó al bolsillo el triángulo, su instrumento oficial en la comparsa de los «Tenorios» y esperó a Graciana acurrucado debajo de la escalera, completamente a obscuras en el acto de la evasión de los dos danzantes fugitivos.