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Van-Horn se había sentado en el puesto del timonel y Cornelio y Hans, ayudados por el muchacho pescador, habían izado el palo y desplegado la vela. ¿Adónde nos dirigimos, señor? preguntó el piloto al Capitán. Tratemos de llegar a la costa australiana, que es la más próxima.

A todos los indios e indias se les dejó sujetos a la comunidad, como lo estaban en tiempo de sus precedentes curas, considerándolos incapaces de poder subsistir de otro modo; el gobierno y dirección de toda la comunidad se depositó en el corregidor y cabildo, ayudados y dirigidos del administrador español, y sujetos en un todo al gobernador o tenientes a quienes correspondiese el inmediato mando, dándose reglas en la misma ordenanza para el mejor manejo de los bienes y sus adelantamientos, como también para desterrar de los naturales la rudeza y abatimiento en que habían sido educados, infundiéndoles ideas políticas y racionales que les excitasen el deseo de una felicidad que no conocían, y a que les está convidando la fertilidad de sus terrenos, con otras muchas y sabias reglas que allí se establecen.

Fundados en la tradición y ayudados de significativos vestigios, podemos señalar á los primitivos habitantes de las hoy llamadas islas Marianas, como procedentes de las razas japonesa y malaya.

Sentados sobre el césped, al borde del manantial, con toda comodidad podemos seguir con el pensamiento el itinerario recorrido por el pequeño canal del agua en las entrañas del monte antes de salir á la luz, ayudados de los datos científicos que la dolorosa experiencia del minero ha adquirido habitando las profundas galerías.

Después de la batalla del Marne los habían enviado á cortar el paso del enemigo por el lado de Flandes. No pasaban de seis mil, y ayudados por una división belga sostenían el empuje de todo un ejército. Su resistencia había durado semanas: un combate de barricadas en las calles, de peleas á lo largo de un canal, con el encarnizamiento de los antiguos abordajes.

De lo dicho se sigue que los padres de la Compañia no tienen buena ni recta intencion con ningun príncipe eclesiástico, ni secular; pero sírvenles tanto, cuanto conviene á sus intereses; antes se sigue que ningun príncipe y mucho menos señores particulares se pueden fiar de ellos, porque mostrándose estos padres en un mismo tiempo afectos igualmente á todos, haciéndose españoles con los españoles, franceses con los franceses, y lo mismo con las demás naciones, cuando lo pide la ocasion parece que solo cuidan y miran á su propio interés, sin reparar en perjudicar á este mas que al otro; por lo que las empresas y negocios en que estos padres se han entremetido, raras veces han tenido buen fin, por no tener ellos ánimo de servir ni ayudar mas de aquello que les dicta su propio interés, en que tienen grandisimo artificio, fingiéndose algunos parcialisimos de la corona de España, otros de Francia, otros del emperador, y lo mismo de otros príncipes de quien desean ser favorecidos y ayudados.

«Clamaban dice el manuscrito del conde del Aguila los alaridos de la gente porque la mujer era hermosa: cuatro de los religiosos se abrazaron con el marido sin dejarle menear y ayudados de otros y diciendo á grandes voces: Ya ha perdonado echaron abajo á la mujer, que dió un salto por la escalera como una gata, y sin cesar las voces de Ya ha perdonado fué notable el alarido y contento de todos, y se la llevaron en volandas á San Francisco.

El chino, Hans y Cornelio ayudados por el viejo piloto, pusieron manos a la tarea.

La mujer de Zarandilla y Rafael, ayudados por aquella tropa, arreglaron las habitaciones del amo. Dos quinqués humosos dieron luz a la gran sala de enjalbegadas paredes, adornadas con algunos cromos de santos. Los hombres de confianza de don Luis, doblando el espinazo con cierta pereza, sacaron de espuertas y cajones todas las vituallas traídas en el carruaje.

Género de snobismo político podría llamarse al afanoso remedo de cuanto hacen los preponderantes y los fuertes, los vencedores y los afortunados; género de abdicación servil, como en la que en algunos de los snobs encadenados para siempre a la tortura de la sátira por el libro de Thackeray, hace consumirse tristemente las energías de los ánimos no ayudados por la Naturaleza o la fortuna, en la imitación impotente de los caprichos y las volubilidades de los encumbrados de la sociedad.