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Cornias, con la agilidad y presteza de un mono, empezó a cumplir la orden desanudando la estacha de proa para largarla. ¡Espera! le dijo de pronto Leto, con una inflexión de voz que revelaba algo de extraño para Cornias.

A ver, aunque no quieras, te he de registrar el pecho... ¡Eh! ¿Qué se me importa que se te arrugue la camisa? ¡Qué, no veo acaso al viejo calavera degradado en ese moño indecoroso de la corbata!... ¡Un ramo de jazmines!... ¿Quién te ha dado ese ramo? Di, hombre infame y malvado. ¿Quién te ha dado esa inmundicia? ¡Puf!... ¡huele a patchoulí!

Capítulo XXV. Donde se apunta la aventura del rebuzno y la graciosa del titerero, con las memorables adivinanzas del mono adivino No se le cocía el pan a don Quijote, como suele decirse, hasta oír y saber las maravillas prometidas del hombre condutor de las armas.

¡Pero si esto es muy divertido! decía Currita con infantil alborozo . ¡Qué delicia!... Mire usted, Butrón; mire usted qué graciosos van todos con sus cintitas encarnadas... ¡Uy, aquel jorobadito!... ¡Qué mono!... ¡Ah, pícaro!... ¡lleva una bandera en que pide reforma!... ¡Pues claro está que la necesita!... ¡pobrecito!, ¡sobre todo por la espalda!...

El trapero acogía estos gritos tranquilamente, como un héroe satisfecho de su éxito popular. ¡Mientras gritasen!... Algo peor ocurría cuando los gritos eran acompañados de pedradas y había él de abandonar su saco para perseguir a los agresores. Id a tocarle el... moño a vuestras madres.

Era un hombre de cara larga, calvo, barba entera, cuello muy alto, levita negra y un elegante moño de corbata. El adorno que tenía sobre la pechera de su camisa, era un tanto peculiar, pues parecía una pequeña cruz de alguna orden extranjera de caballería, y producía más bien un efecto delicado y novedoso.

Al deshonor sus hijas entregadas, Las madres en los templos azotadas Coronadas del moño de irrision, Arrastrando cual mulas torpe carro Donde llevan un ídolo de barro Que colocan al lado del Señor!! La tribuna de Agüero y de Dorrego, Cuya palabra descendió cual riego En medio de la barra popular, Hoy la ocupan estúpidos sectarios Donde leen un papel sin comentarios En defensa del crímen y maldad.

Tanto le interesaba la relación. Y bien le dijo, muy cariñosa, cuando ésta fue acabada , ¿qué me toca hacer a en ese triste proceso? ¿De qué modo puedo yo tener la suerte de hacer algo por la causa de usted? Leticia bajó algo la cabeza, sin dejar de sonreírse, y se rascó un poquitín la sien derecha con un dedo, muy mono por cierto.

Y ahora nos iríamos a nuestro barrio cogiditos del brazo; no como vamos, sino más alegres, y mañana de buena mañana, al taller y yo a buscar a mi hombre a mediodía con la cestita llena, y comeríamos juntos en un banco de paseo o al borde de una acera... Y mi hombre, como es buen mozo, seguramente que gustaría a otras, y yo me pelearía con ellas y les arrancaría el moño... Di, ¿no me crees capaz de reñir por ti, para que no se te lleve otra?... Pero el mundo está mal arreglado. ¡Y pensar que estas pobres gentes tal vez nos envidien a nosotros!... ¡A ti, que te vas sin saber por qué ni para qué! ¡A , que seguramente voy a morir!... No hay justicia, Señor, ni pizca de justicia.

Pep había tenido que ir a las manos con su hijo, rabioso y maligno como un mono, el cual, al ver al moribundo, extrajo de su faja un gran cuchillo, pretendiendo rematarlo. ¿De dónde habría sacado Pepet aquella arma? ¡El demonio son los muchachos! ¡Famoso juguete para un seminarista!...