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Cuando llegaron a la puerta de la Alegría, el baile estaba en todo su esplendor. Los «Tenorios» hacían una mella terrible en aquellas Ineses de media tinta y de color entero.

Graciana había jurado fidelidad, pero Alejandro, así que las señoras y el señor de Montifiori desaparecieron, comenzó a excitar poco a poco la imaginación de Graciana contándole las maravillas que aquella noche iban a hacer los «Tenorios» en el tablado de la Alegría. La mujer es un ser débil en todas las clases sociales. Graciana comenzó por resistir y Alejandro terminó por vencer.

Concluida la cena, la pareja se puso en marcha. Salían conjuntamente del teatro, con los Tenorios, extenuados por la fatiga de la noche, demostrando en el rostro esa melancolía peculiar que demuestra el último comparsa que se retira en la madrugada de la tercera noche de carnaval.

Viardot afirma, en sus estudios sobre España, que el sepulcro del Comendador existía en el último siglo en Sevilla; pero se deduce de las últimas palabras de la comedia que fué trasladado á San Francisco de Madrid mucho tiempo antes. Este mismo escritor francés indica que la familia de los Tenorios existe todavía en Sevilla.

Metido en este empeño, estuve pegajosón y baboso como un doncel primerizo... ¡qué demonio! como estarán hasta los tenorios más «lagartos» cuando va la cosa de veras y se pone en la jugada tanta cantidad de propio como de «lo mío» ponía yo en aquélla.

Los más atrevidos Tenorios, famosos por sus temeridades, bajaban ante ella los ojos, y su hermosura se adoraba en silencio.

Organizaba y llevaba a cabo el rapto de la virgen con una astucia que para la quisieran muchos tenorios mundanos. Los lectores así lo comprendieron. Se comentó y rió no poco el dañino suelto. Al verse de aquel modo en ridículo, el excusador, que tenía un temperamento susceptible y bilioso, como todos los artistas, se enfureció terriblemente.

Los mozos son de la más alta estirpe administrativa: entre ellos está representada la secretaría del presidente de la República, por un empleado, que aunque sirve el y el agua con panal, no se apea de su categoría de empleado público, la guerra y la hacienda forman parte de los «Tenorios de Plata», que bailan en la Alegría las tres noches de carnaval.

Los «Tenorios» se llaman como sus amos; se dan su nombre y apellido; usan su papel timbrado, se ponen sus fracs, sus guantes, sus corbatas y sus camisas; la única nota discordante es el pie, el pie de un Tenorio es algo de melancólico: un pedícuro con cierto talento dramático podría escribir una tragedia más terrible que Fedra, con sólo estudiar el pasaje de su instrumento a través del pie de un joven high-life de color.

Apeló entonces a los medios que suelen emplear los tenorios callejeros; sobornó a la portera y pudo cerciorarse de que su madrastra habitaba allí en efecto hacía tres meses; pero su hermana había ido a pasar una temporada al campo con unos amigos por no encontrarse bien de salud. Renunció por entonces a pasear la calle aguardando su regreso. Y al cabo de algún tiempo sucedió lo que vamos a ver.