United States or Gabon ? Vote for the TOP Country of the Week !


Aderezado de esa manera, ahorcábase en sus cuellos a la degollée, muy en moda entonces, y con una corbata con los colores de la patria; comía en un verbo, hacía comer a los muchachos, y en cinco minutos ocupaba majestuosamente su trono en el primer extremo del mostrador, campo de sus hazañas, donde, apoyado con toda la elegancia de que era capaz, pasaba la hora estéril del crepúsculo hasta que la noche llegaba y la high-life de aquella época entraba a disputarse las novedades de lo de Bringas.

Considérese que en España hay, desde hace tiempo, un lamentable divorcio entre las artes y las letras castizas y propias de nuestro suelo y la gente que ha visto y corrido más mundo y que parece más culta y que es ó debiera ser más distinguida y elegante. El bello sexo, sobre todo, y más aún el de la high-life, nos es contrario.

Con todas estas habilidades y excelencias, Juana la Larga no podía menos de ser querida y estimada en Villalegre, consiguiendo que su severa y más alta sociedad o high-life le hubiese perdonado un desliz o tropiezo que tuvo en sus mocedades.

Los «Tenorios» se llaman como sus amos; se dan su nombre y apellido; usan su papel timbrado, se ponen sus fracs, sus guantes, sus corbatas y sus camisas; la única nota discordante es el pie, el pie de un Tenorio es algo de melancólico: un pedícuro con cierto talento dramático podría escribir una tragedia más terrible que Fedra, con sólo estudiar el pasaje de su instrumento a través del pie de un joven high-life de color.

Para ir a Palermo, se necesita coche de lujo y para hacer la corte a una muchacha high-life concurrir a teatros y a bailes; Quilito era pobre, pero él iba en coche de lujo y se mostraba en palco todas las noches. ¿Cómo hacía semejante milagro? Digamos la verdad: a costa de sus amigos ricos; era un gorrón y nada más, dicho sea sin ofenderle.

Quilito dijo que tenía un compromiso anterior con los tales y los cuales, citando media docena de nombres del más legítimo high-life, y mientras sacaba con negligencia un grueso habano y se disponía a encenderlo, añadió, dirigiéndose a su padre: Esta tarde encontré a tu jefe, el Subsecretario, y me preguntó si estabas enfermo; le dije que , ¿he hecho mal? No, señor, perfectamente.

No es de extrañar, en atención a lo expuesto, que los aspirantes a high-life, en todos sentidos, vayan en peregrinación a París como van a la Meca los musulmanes.

Y como hay notable variedad y riqueza en los lances y episodios, y no pocos discreteos y chistes en los diálogos, razonamientos y cartas que entran en el tejido de la novela, su lectura no cansa ni aflige, sino que deleita, y promete además, que su autor ha de seguir escribiendo, superando en este género lo que ya ha escrito, y procurando que sus héroes o heroínas de la high-life pongan sobre terreno más firme las bases de sus ideales para que no se hundan en el cieno al menor capirotazo.

Todas estas preciosidades y otras muchas que aquí no se ponen para que no parezca inventario este escrito, no evitaban que los maldicientes, los descontentadizos y los muy preciados de pertenecer a la flor y nata de la high-life o de la smart-set, calificasen de interlopes y de rastaquouères, tanto la escena que acabamos de presentar, como las personas que en ella aparecían.

Sobre la high-life de Madrid y sobre las damas de la suprema elegancia, el Sr. Taylor está algo satírico; pero en manera alguna singularmente ofensivo, ya que los vicios y faltas que halla en la smart set madrileña le parecen menores que los de la smart set neoyorquina.