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Para someter estas islas, y para combatir á una flota francesa, que se había dirigido á aquéllas, fué enviada una escuadra española al mando del marqués de Santa Cruz, en el año de 1582, consiguiendo en dichas aguas una brillante victoria contra los franceses el 25 de julio . Pero el levantamiento de las islas no se ahogó por entero, y de aquí que, en julio del año siguiente, se dirigiera allá otra expedición á las órdenes del mismo Marqués, que se apoderó de la isla Tercera y sujetó las Azores .

Con todas estas habilidades y excelencias, Juana la Larga no podía menos de ser querida y estimada en Villalegre, consiguiendo que su severa y más alta sociedad o high-life le hubiese perdonado un desliz o tropiezo que tuvo en sus mocedades.

Llegaron en salvo á Malta en bel fuggire, consiguiendo libertad; pero el iniciador Juan Andrea á costa de la honra, que dejaba en lengua de marineros y soldados.

Si nunca pudo sacudir de la prístina ignorancia, en el andar, y en el vestir y hasta en el saludar, fue consiguiendo paulatinos progresos, y se necesitaba ser un poco antiguo en Vetusta para recordar todo lo agreste que aquel hombre había sido. Desde el año de la Restauración en adelante pasaba ya Ronzal por hombre de iniciativa, afortunado en amores de cierto género y en negocios de quintas.

Pero solamente no podian tolerar con paciencia que en los casos de Inquisicion se confiscasen á los culpados las haciendas; i asi para remediar los daños que de esto resultaban, se compusieron en 1577 con el rei don Sebastian dándole doscientos i veinticinco mil ducados, i consiguiendo que por diez años no serian molestados en sus bienes.

Seguidamente ordené á mis tropas, para que atacaran en todas las líneas, consiguiendo el General Pio del Pilar entrar por Sampalok y atacar á las tropas españolas que defendían el puente Colgante, las cuales se retiraron hacia el puente de España.

¡Muera don Justo! le grité yo, y, sirviéndome del proyectil recíproco, que era una pelota de goma, envié la primera descarga al campo enemigo, consiguiendo derrumbar toda una hilera de la tropa de Alejandro. ¡Allá va! me contestó Alejandro; y la pelota entró por mi campo, llevándose el primero por delante a mi invicto general.

Comprendiendo que la destreza había de suplir a la fuerza, economizaba los tiros, y lo fiaba todo a la buena puntería, consiguiendo así que cada bala hiciera un estrago positivo en los enemigos. A todo atendía, todo lo disponía, y la metralla y las balas corrían sobre su cabeza, sin que ni una sola vez se inmutara.

Al mismo tiempo, por las escalas ascendían nuevos servidores llevando unas escobas de crin sostenidas por mangos larguísimos. Estas escobas fueron metidas en los cubos desbordantes de jabón líquido, y los servidores empezaron á embadurnar con ellas las mejillas del gigante, consiguiendo, después de una enérgica rotación, dejarlas cubiertas de colinas de espuma.

Hombre, don Eugenio.... ¡No fastidiar! gritaron unánimemente los cazadores . ¿Había de atreverse Castrelo?... ¿Cómo no le deshicieron el morro de una bofetada allí mismo? Don Eugenio, no consiguiendo que le oyesen, hacía con la mano señas de que faltaba lo mejor del cuento. ¡Paciencia! exclamó por fin . Tengan paciencia, que no se acabó.