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Aquella mujer, falta de ternura, que jamás había experimentado la menor emoción en su roce conyugal y se prestaba al amor con la pasividad de una fiera amansada y fría, enrojecía de emoción cada vez que el jefe admitía como buenas sus ideas. ¡Si ella dirigiera el partido!... Ya se lo decía muchas veces don Andrés, el amigo íntimo de su esposo, uno de esos hombres que nacen para ser segundos en todas partes, y fiel a la familia hasta el sacrificio, formaba con los dos esposos la santa trinidad de la religión de los Brull esparcida por todo el distrito.

Hallólos un poco polvorientos allá en un rincón de su cabeza. De buena gana hubiera abierto el antiguo tratado de estrategia que tenía en su librería más polvorienta aún: pero no había tiempo. á tu marido manifestó al cabo con autoridad militar como si se dirigiera á un ayudante de órdenes que suba al corredor de la parra por si se intenta el asalto por entrambas fachadas.

Beatriz permaneció todo el día en aquella fatal avenida, ya caminando inconscientemente, ya sentándose anonadada sobre el banco... Pero, ¿era realmente ella la que allí se encontraba?... ¿Era ella la causa de todos estos horrores?... ¿Era ella, Beatriz, la que acababa de recibir, y mereciéndolo, ¡ay!, el sangriento ultraje que le dirigiera su marido... y que no había osado negar?... Porque era evidente que durante el combate en que aquél jugaba su vida contra la de otro hombre, no era por su consorte por quien ella temblaba... Era notorio para su conciencia que había cometido el crimen, en un arrebato de pasión, de afirmar la mano temblorosa del marqués, y que, al ver a su marido bajo el imperio de una sentencia de muerte, su primera sensación fue la de una alegría feroz... Ella supo entonces, la desventurada criatura, como otras tantas lo supieron antes, hasta qué grado la pasión puede falsear y pervertir las almas más nobles y más puras, cuando se la deja reinar en absoluto sobre la razón, la voluntad y el honor.

Era una proposición agradable y exactamente lo que Nancy deseaba; entonces, ¿por qué se sintió algo ofendida de que el señor Godfrey se la dirigiera? Entraron, y ella se sentó en una de las sillas contra las mesas de juego, considerando aquella posición como la más decente y la más inaccesible que pudiera escogerse. Gracias, señor dijo la joven inmediatamente . No quiero causaros más molestias.

Metiéndome por el agua, llegué hasta el ángulo del muelle y dije a los pescadores lo que pasaba, lo que me había dicho el atalayero. Se soltó el bote de salvavidas. Larragoyen y otros marineros fueron entrando, a pesar de los gritos de sus mujeres. A me miraban, como diciendo: ¿Qué irá a hacer éste? Salté al bote, y Larragoyen, con una galantería marina, me dijo que dirigiera yo.

Era natural, pues, que aquella noche mi tía se dirigiera a lo de Bringas. ¡Viva la patria! exclamó don Narciso al vernos entrar. ¡Viva! repitió mi tía; supongo que usted me anuncia el triunfo, don Narciso.

Tío Nardo de pie á su lado, pero algo más tranquilo, respeta la situación de su mujer y no se atreve á separarla de allí. Transcurre media hora. La fragata despliega al viento su blanco velamen; hunde la proa en las aguas, como si dirigiera un galante saludo de despedida al puerto, y, deslizando rápidamente su quilla, desaparece en breve detrás de San Martín.

Harás lo que debes, o uno de nosotros está de sobra en el mundo. La manía de la guapeza reapareció en Luis. Se sentía fuerte pensando que el Chivo estaba cerca, que tal vez oía sus palabras en el inmediato corredor. ¿Amenazas a él? No había en todo Jerez quien se las dirigiera impunemente.

Le lloró por muerto con verdadera efusión de hija desconsolada, y se aterraba de la orfandad en que iba a quedar cuando más necesitaba de una persona sesuda y discreta que la dirigiera. La impresión de vacío y soledad que sacó de la casa, poníala en grandísima tristeza. En la Cava Baja pasó por junto a un pianito que tocaba aires de ópera con ritmo picante y amoroso.

Para someter estas islas, y para combatir á una flota francesa, que se había dirigido á aquéllas, fué enviada una escuadra española al mando del marqués de Santa Cruz, en el año de 1582, consiguiendo en dichas aguas una brillante victoria contra los franceses el 25 de julio . Pero el levantamiento de las islas no se ahogó por entero, y de aquí que, en julio del año siguiente, se dirigiera allá otra expedición á las órdenes del mismo Marqués, que se apoderó de la isla Tercera y sujetó las Azores .