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Yo le dije a Larragoyen que me parecía mejor seguir e intentar pasar la barra lo más pronto posible. Ir a guarecerse a Guetaria, con la gente cansada y anhelante, me parecía peligroso. Larragoyen nada dijo. El sostenerse allí era casi tan peligroso como pasar. Después de las tres olas fuertes, los golpes de mar de ordenanza, como les llaman los marinos, venía un momento de relativa calma.

Si pretenden entrar aquí, se van a perder. ¿Quiere usted decirle a Larragoyen, el patrón, que prepare el bote de salvavidas? , hombre. Salí de la atalaya, crucé el Rompeolas. El mar saltaba por los malecones y llegaba hasta las mismas casas, haciendo un ruido de terremoto.

Las olas, enormes, amarillas, venían de tres o cuatro partes diferentes y se rompían en un torbellino de espumas. En este momento, Larragoyen, quitándose la boina, dijo: Un padrenuestro por el primero de nosotros que se ahogue. Confieso que la cosa me hizo muy mal efecto. Rezaron todos; yo miraba a lo lejos.

Metiéndome por el agua, llegué hasta el ángulo del muelle y dije a los pescadores lo que pasaba, lo que me había dicho el atalayero. Se soltó el bote de salvavidas. Larragoyen y otros marineros fueron entrando, a pesar de los gritos de sus mujeres. A me miraban, como diciendo: ¿Qué irá a hacer éste? Salté al bote, y Larragoyen, con una galantería marina, me dijo que dirigiera yo.

Yo pensaba que Machín era, sin duda, un hombre violento, capaz de cosas buenas y de cosas malas, dispuesto lo mismo a salvar a una persona exponiendo su vida que a asesinarla; pero ni al mismo Larragoyen, que era una persona sensata, le pude convencer de esto. Se olvidaron los detalles tristes de la jornada, para entregarse a la alegría y al vino.

Yo me separé de las tres muchachas y fuí a ver al gran Urbistondo, que me explicó sus ideas acerca del sentimentalismo de las mujeres con una seriedad un tanto cómica. Volvimos a Lúzaro, dejando a la hija del torrero anegada en un mar de lágrimas. Por la noche fui al Guezurrechape, como había prometido. Allá estaban Larragoyen y sus amigos, que me recibieron entre aplausos y gritos.