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Beatriz permaneció todo el día en aquella fatal avenida, ya caminando inconscientemente, ya sentándose anonadada sobre el banco... Pero, ¿era realmente ella la que allí se encontraba?... ¿Era ella la causa de todos estos horrores?... ¿Era ella, Beatriz, la que acababa de recibir, y mereciéndolo, ¡ay!, el sangriento ultraje que le dirigiera su marido... y que no había osado negar?... Porque era evidente que durante el combate en que aquél jugaba su vida contra la de otro hombre, no era por su consorte por quien ella temblaba... Era notorio para su conciencia que había cometido el crimen, en un arrebato de pasión, de afirmar la mano temblorosa del marqués, y que, al ver a su marido bajo el imperio de una sentencia de muerte, su primera sensación fue la de una alegría feroz... Ella supo entonces, la desventurada criatura, como otras tantas lo supieron antes, hasta qué grado la pasión puede falsear y pervertir las almas más nobles y más puras, cuando se la deja reinar en absoluto sobre la razón, la voluntad y el honor.

Sin alterar en lo más mínimo los recónditos senos en que se mueve la vida del alma; sin falsear su análisis psicológico, sino, al contrario, persiguiéndolo con tenacidad bajo todas sus formas, sabe dar cuerpo á lo espiritual y transformarlo en acción viva y sensible, de tal suerte, que hasta las evoluciones del alma, en sus momentos más expresivos, parecen hacerse visibles. ¡Cuánto exceden sus dramas de esta especie, como, por ejemplo, Las cadenas del demonio y El mágico prodigioso, á muchas obras maestras de la poesía moderna, que gozan de gran fama y renombre!

La corrupcion de Paris consiste en que es el pueblo más ingenioso de la tierra, y en que emplea su ingenio, al menos durante el tiempo que atravesamos, en falsear artísticamente las leyes morales. No, no es vicioso porque se mueve, sino porque se mueve mal. En todas partes sucede lo mismo, con la diferencia de que hay peor sentimiento, porque hay más hipocresía. Esto dicen los hijos de Paris.

Juzgamos conveniente alterar los nombres de los principales personajes de esta tradición, pecado venial que hemos cometido en La emplazada y alguna otra. Poco significan los nombres si se cuida de no falsear la verdad histórica; y bien barruntará el lector qué razón, y muy poderosa, habremos tenido para desbautizar prójimos.

Aun cuando este método tenga sus inconvenientes, no es ocioso añadir que nunca Calderón, como su predecesor, acude á los períodos primitivos de la historia de España, ni á los albores de la Edad Media, ni á la época de la restauración del imperio cristiano, sino solamente á los siglos más próximos á él, moviéndose, por tanto, dentro de un círculo, que le impide, por lo menos, faltar groseramente á la verosimilitud, ó falsear la verdad histórica.

Un simple cotejo entre estas líneas y las del Mihrab bastarán mas tarde para demostrar hasta la evidencia esta idea, que es para nosotros una verdad incontestable. Empezaron ya los mismos árabes á falsear el aspecto artístico de esta gran mezquita; mas ¿qué fueron estas ligeras innovaciones para las que hicieron algunos siglos despues, si no los conquistadores de Córdoba, sus infaustos sucesores?