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Lucía, anonadada, casi de hinojos, cruzadas las manos, imploraba: Artegui, alzado el brazo, erguido el cuerpo, mirando con doloroso reto a la bóveda celeste, pareciera un personaje dramático, un rebelde Titán, a no vestir el traje llano y prosaico de nuestros días.

No nos detendremos en Buenos-Aires; al día siguiente de que ustedes reciban esta carta, nos recibirán a nosotros en cuerpo y almaAnonadada, repetía Coca: ¡En cuerpo y alma!... ¿Quién lo creyera?... ¡En cuerpo y alma!... Laura explicó el caso como una mera casualidad. ¡Habría tantos Pérez en el ejército!... Coca pidió, ahora con más razón, que no se le dijera una palabra a Vázquez.

Señora dijo el notario a la condesa . Os estáis perdiendo vos misma. Tenemos pruebas, pruebas irrecusables. ¡La cárcel va a abrirse para vos! ¿Qué pruebas podéis tener de una historia que es mentira? Un documento firmado por vos, señora. Un documento falso. Esperad, vais a quedar anonadada.

Beatriz permaneció todo el día en aquella fatal avenida, ya caminando inconscientemente, ya sentándose anonadada sobre el banco... Pero, ¿era realmente ella la que allí se encontraba?... ¿Era ella la causa de todos estos horrores?... ¿Era ella, Beatriz, la que acababa de recibir, y mereciéndolo, ¡ay!, el sangriento ultraje que le dirigiera su marido... y que no había osado negar?... Porque era evidente que durante el combate en que aquél jugaba su vida contra la de otro hombre, no era por su consorte por quien ella temblaba... Era notorio para su conciencia que había cometido el crimen, en un arrebato de pasión, de afirmar la mano temblorosa del marqués, y que, al ver a su marido bajo el imperio de una sentencia de muerte, su primera sensación fue la de una alegría feroz... Ella supo entonces, la desventurada criatura, como otras tantas lo supieron antes, hasta qué grado la pasión puede falsear y pervertir las almas más nobles y más puras, cuando se la deja reinar en absoluto sobre la razón, la voluntad y el honor.

Ofrecían un duro por cada peseta que quisieran arriesgar en favor de aquel cuitado. Y no ocultaban su asombro cuando veían aceptadas sus proposiciones por las gentes del país. ¡Qué zonzos! ¡Y cómo iban á perder el dinero!... La segunda hora de la lucha se desarrolló en silencio. La gente parecía anonadada por la monotonía del espectáculo.

Ella bajó la frente, anonadada. «¡Tan lejos! ¡tan lejos!...» Con voz queda siguió haciendo preguntas, curiosa por conocer la distancia que iba a separarlos y atemorizada al mismo tiempo por su magnitud. ¿Y era cierto que una carta tardaría cerca de un mes en establecer la comunicación entre sus pensamientos? ¿Y transcurriría un espacio de tiempo igual para obtener la respuesta?... Ellos que se habían creído infelices cuando en sus cortas separaciones, viviendo el uno en Madrid y el otro en París, pasaban dos días sin noticias.

Se había familiarizado con la posibilidad de este suceso durante los años de su vida en las Carolinas al lado del dañador. Apenas si lloró. Permaneció anonadada, embrutecida por la sorpresa. Maltrana, al volver a casa por la noche, vio sus ojos enrojecidos, como si al encontrarse sola sintiese con más intensidad la desgracia, entregándose largas horas al llanto.

Su vida era una verdadera novela folletinesca, con encuentros de fieras y de bandidos. Y no obstante su pasado enérgico, permanecía horas enteras en el sillón, anonadada por una fatiga sin causa. Descender al camarote era empresa que le hacía reflexionar largamente, acabando por pedir que la sustituyese una de sus amigas.

Placíale a la niña dar esta muestra de habilidad a su padre, quien, sentado en un banco, la miraba... ¡y de cuando en cuando también miraba al cielo!... Beatriz, anonadada, habíase sentado también a algunos pasos de distancia, oculta entre la sombra de los árboles. Al cabo de un instante, Fabrice exclamó: ¡Marcela! ¿Qué, papá? y vino corriendo.

¡Ved lo que decís!... ¡ved lo que decís, doña Carolina! exclamó la camarera mayor anonadada por aquella imprudente revelación, y creyendo encontrar en la misma una causa hipotética de la desaparición de la reina de sus habitaciones. A nadie lo diría más que á vos, señora dijo con una profunda seriedad la joven ni os lo diría á vos, si hasta cierto punto no tuviese pruebas. ¡Pruebas!