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Y para que mayor sea el contraste, suena de vez en cuando, entre esas rudas voces que traen la impresión de resaca de la playa, la voz medio marítima, medio frailuna, del padre Apolinar, el tipo de fraile más asombroso que yo he visto en novelas, desde el Fra Cristóforo, de Manzoni, personaje de más noble alcurnia que el de Pereda, pero no más rico que él de aquella elevación moral, que por lo mismo que nace como fruto espontáneo y agreste, y se desarrolla sin más riego que el de los cielos, trae estampado el sello de primitiva grandeza que acompaña a la fuerza del bien cuando se desenvuelve sin conciencia de propia.

En la marea baja, en este arenal se pescaban anguilas, y constantemente había una serie de barcas negras, en hilera. La otra orilla era agreste, rocosa; mostraba entre las peñas y matorrales cuevas en donde, según la tradición popular se guardaban armas cuando la guerra de la Independencia.

Por ejemplo, en el primer acto de Los dos amantes del cielo, de Calderón, Chrysantho aparece al principio en el bosque sagrado de Diana; supónese en seguida que, desde él, entra en lo más espeso de la montaña, puesto que él mismo describe, sin salir del teatro ni un instante, las áridas rocas, á las cuales se acerca, no existiendo razones para presumir que la escena cambie, sino al contrario, para creer que los mismos árboles, y acaso la misma colina, á que se alude al principio en el bosque sagrado, sirven después para figurar el paraje más agreste de la montaña.

La guerra había llegado a ser en ellos fenómeno de costumbre, un estado normal, admirablemente conformado con su naturaleza agreste, dura, sufrida, refractaria a las fatigas como a las ideas, y con especialidad inclinada al movimiento. Si no hubiera habido montañas, las habrían hecho para subir y esconderse en ellas. Por la noche, tres jinetes llegaron a casa del cura. Seguíales numerosa escolta.

Á partir de esta época padecieron de nostalgia. El conde que en este momento preside la mesa había sido educado en Francia desde sus más tiernos años por la voluntad de su madre, persona extremadamente caprichosa y extravagante, que nunca pudo acomodarse con el carácter franco y generoso y un poco rudo y agreste de su marido.

Hermoso cocal es ese dije á mi buen amigo A... con quien paseaba á caballo una tarde por el pintoresco y agreste camino que conduce al pueblo de Lucban.

La espesura vegetal y agreste del techo, daba abrigo a innumerables pajarillos, alegres y satisfechos con tener allí ocultos sus nidos, mientras que el buey giraba con lento paso, haciendo resonar la esquila que le pendía al cuello y cuyo silencio indicaba al hortelano que el animal disfrutaba el dulce far niente.

Cansado de ella, la abandona mientras duerme en un lugar agreste de la Alpujarra, en donde, después de la toma de Granada, se sostienen algunos moros independientes contra las armas cristianas.

La planta baja se abría sobre un vasto jardín que bajaba hasta el río en suave pendiente a través de bosquecillos y malezas llenas de gracia en medio de su abandono un tanto agreste: próximo a la casa cierta especie de colgadizo, grande y acristalado, servía a Jacques de taller.

Lo que puedo afirmar es que el perfume agreste del país, su severa suavidad, los olores de vivificante amargura que constituyen el encanto de sus matorrales, la flora de las landas, la de los méganos, mucho han contribuido á dar animación al libro en cuestión, prestándole su sabor, que nunca desaparecerá. Los moradores están en su sitio en medio de aquella naturaleza. No son vulgares ni groseros.