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El señor Fermín había traído de Jerez un médico, gran amigo de Salvatierra, un compañero de la época heroica, acostumbrado a esta clase de lances.

En todo esto hay muchas cosas insignificantes, y se hace alarde de árida é inútil erudición; pero á pesar del escaso interés que excita, encuéntranse á veces divertidos lances, y algunos datos curiosos para conocer el teatro de la época.

Es convertir nuestro cerebro en organillo que toca diversas sonatas, según el registro que se toca, y en linterna mágica, con movimiento y todo, como la que se ha inventado recientemente, con auxilio de la fotografía, que proyecta escenas, personajes y lances, con la diferencia de que los de la linterna fueron y ya no son, y los de nuestro cerebro acaso no fueron, ni son, ni serán nunca.

Bien conocida es la historia de la originalísima mujer doña Catalina de Erauso, monja en San Sebastián, que mal avenida con su sexo, se fugó del convento en 1607, á la edad de quince años, y disfrazada de hombre, marchó á Indias, donde siguió por mucho tiempo una vida llena de lances y aventuras, que no es del caso recordar, sentando después plaza en el ejército, donde por su valiente comportamiento y los muchos hechos de armas en que tomó parte, logró el grado de alférez.

Un observador mas atento y mas sagaz, hubiera notado que ocurrian con frecuencia lances tan chistosos como suceden cuando se habla con un sordo que se empeña en contestar sin haber oido. La contradiccion que se nota en la misma relacion de Cheselden, confirma las anteriores conjeturas.

Por eso aquella tarde, se oyeron muchas veces sus vehementes gritos de mando: « Rumalda, a la botica. Rumalda, a casa de la tía Pistacha... que te de aquellos polvos...». En estos y otros lances, recibió una visita altamente honrosa.

Un himno, un cantar, una mera copla, donde el autor muestra su amor, su veneración, su ira, o donde nos trasmite la expresión que del mundo exterior recibe, o donde expresa sus deseos, temores o esperanzas, se llama poesía lírica: y se llama épica cuando cuenta el poeta batallas, lances de amor y fortuna, sucesos, en fin, de la vida de los hombres.

Los destinos de la humanidad no son desesperantes, pero los lances de los hombres son algo pesados. Al fin siempre seria mejor que las caras domésticas no fueran de cuaresma, que las calles estuviesen limpias, ó que si estaban sucias, no galopasen los caballos á la inmediacion de los transeuntes. Sobre una desgracia viene otra.

A él, que se ocultaba y mentía, le contaron cuanto había que contar de la vida de ellos y de sus lances de fortuna, y de los sucesos de la pequeña cortijada, no muy lejos de allí, de que eran naturales.

La inglesa María Corelli, ¿no ha escrito recientemente una novela cuyos enredos y lances amorosos se ajustan y encajan, digámoslo así, en la pasión y muerte de nuestro divino Redentor?