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Los «Tenorios» se llaman como sus amos; se dan su nombre y apellido; usan su papel timbrado, se ponen sus fracs, sus guantes, sus corbatas y sus camisas; la única nota discordante es el pie, el pie de un Tenorio es algo de melancólico: un pedícuro con cierto talento dramático podría escribir una tragedia más terrible que Fedra, con sólo estudiar el pasaje de su instrumento a través del pie de un joven high-life de color.

No seas bárbaro: Fedra querrás decir. Lo mismo me da Fedra que Pancrasia. Ya he dejado ese asunto ... eso no es nuevo. Ahora lo que conviene es un asunto patriótico. Eso me gusta. Al fin me decidí por los gracos.... Amigos, qué hombres eran aquellos! A ver dijo el Doctrino. Léenos algo de esos grajos. Debe ser cosa graciosa.

En primer lugar, este baile se llamaba déligo, y no deligo; lo demuestra Lope de Vega en el siguiente pasaje del acto II de Los Locos de Valencia. «FEDRA. Bailemos, que estamos tristes. GERARDO. Creciendo va su porfía. LAIDA. Déligo, déligo, déligo.... GERARDO. ¿Qué es esto, sobrina mía? FLORA. Que déligo del andéligo

"Ya sabemos lo que son esos héroes tiesos, acartonados, de las tragedias clásicas: siempre los mismos. No se concibe el amor á la libertad sin Bruto, ni el odio al imperio sin Cinna. ¿Cómo puede haber pasión sin Fedra, y fatalidad sin Edipo, y parricidio sin Orestes y rebelión sin Prometeo, y amor á la independencia sin Persas?

No pocas damas desaforadas tenían el descoco de reír y burlar sobre su condición arisca, apellidándole el nuevo Hipólito y tal vez sintiendo el prurito de remedar a Fedra con mejor éxito y ventura.

La misma corrupción aparece ya en tiempo de los Faraones y se repite en Fedra, en Briolanja y en las empecatadas mujeres de las que consiguieron triunfar los tres gloriosísimos santos que hemos citado. No implica mayor corrupción, ni necesitamos atribuir al autor de la novela mayor pesimismo, para que quede justificada la venganza que toma la Duquesa haciendo saber a Ignacio su deshonra.

Y si lo hubiera, si yo agradase a Pepita de otro modo que como amigo, si la mujer a quien mi padre pretende se prendase de , ¿no sería espantosa mi situación? Desechemos estos temores fraguados sin duda por la vanidad. No hagamos de Pepita una Fedra y de un Hipólito. Lo que empieza a sorprenderme es el descuido y plena seguridad de mi padre.