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Al día siguiente estuvo en la secretaría del Casino, averiguó dónde vivía don Juan, fue a su casa, esperó al cartero, le siguió hasta Correos, y mostrándoselo a otro cartero amigo suyo que allí estaba, hizo que éste preguntase a su colega dónde dejó encargado don Juan que le remitiesen las cartas que para él llegaron. La respuesta fue satisfactoria: 12, rue de Rochechouart, París.

Y con su abanico de plumas señalaba la fiel partidaria de los Borbones el lacito azul y blanco que, una vez desechada la Secretaría particular de don Amadeo, aparecía también en el frac de Juanito Velarde.

Completaban la pandilla la señora de un Montero de Espinosa, las de dos jefes de oficio, la de un oficial de la Secretaría Particular, la del director de las Reales Mesas, la del jefe del Guardarropa del Rey.

Presumía de bien emparentada y relacionada; un primo suyo desempeñaba la secretaría del Casino de Industriales; una tía ricachona vendía percales, franelas y pañolería en la calle estrecha de San Efrén; la mayor parte de sus amigas cosían por las casas, o eran oficialas de la mejor modista.

Las damas de la Comisión, después de conversar un rato con el arzobispo, salieron acompañándole. Sólo quedaban dos o tres grupos de personas. Uno de éstos lo formaban Adriana, Lucía y Julio. Charito, secretaria de la Comisión, se había reunido a departir todavía con las damas y el arzobispo, después de prevenir a sus compañeras que no debían irse sin ella. Adriana miró a Julio.

Los mozos son de la más alta estirpe administrativa: entre ellos está representada la secretaría del presidente de la República, por un empleado, que aunque sirve el y el agua con panal, no se apea de su categoría de empleado público, la guerra y la hacienda forman parte de los «Tenorios de Plata», que bailan en la Alegría las tres noches de carnaval.

Es necesario ante todo buscarte una ocupación lo más pronto posible. La carrera de que te he hablado en los ferrocarriles aún tardará en organizarse... ¿Quieres ayudarme en los trabajos de la secretaría? Hace falta un empleado inteligente... Aunque el sueldo es pequeño. ¡Cualquier cosa, D. Miguel! exclamó Mario, viendo el cielo abierto.

Entrad dijo Dorotea al bufón ; haced que esa orden llegue, como os he dicho, á las manos de doña Clara, y luego buscad al cocinero mayor, y hacedle que vaya á verme. El bufón salió de la litera. ¡A casa! dijo la Dorotea. La litera se puso de nuevo en marcha. El bufón, después de meditar un momento en el vestíbulo, se entró resueltamente en la secretaría de Estado.

El Tandil presentaba entretanto el animado aspecto de una ciudad griega durante las guerras del Peloponeso. La población entera se agitaba y hablaba en todos los sitios, públicos y privados... Un grupo de señoras de la sociedad de beneficencia llamada de las «Damas del Divino Rostro», compuesto de la presidenta primera, la vice-presidenta tercera y la secretaria segunda, fue a ver al comisario.

No nos deben ver salir juntos de la cámara del rey. Sois muy torpe, excelentísimo señor. Nos veremos, sin que nadie lo sepa ni lo entienda, en vuestro camarín de la secretaría de Estado. Hasta dentro de un momento. Adiós. Y el bufón levantó el mismo tapiz por el que había aparecido, y desapareció tras él.