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La Primavera es como fiesta espléndida que dan los espíritus elementales, como sagrada orgía, en que el aire, la tierra, la luz, el agua y cuantas inteligencias o misteriosos genios en el seno de los elementos viven ocultos, lucen su hermosura, se revisten de sus más ricos adornos, y se enamoran, y se acarician, y cantan y bailan. ¡Vaya usted a describir esto sin conocer los nombres de dichos genios, ignorando sus lances de amor y fortuna, y no acertando a distinguirlos bien unos de otros!

Los alemanes bailan el vals voluptuoso y alegre, o con el bock en la mano entonan el Gaudeamus igitur, el himno estudiantil a la gloria de la vida material, libre de cuidados. El francés canta entre carcajadas espontáneas y danza con los miembros sueltos, saludando con una risotada sus posturas de una fantasía simiesca.

«¿Por qué no? se dijo . Lo mismo es ésta que las que bailan en el boliche del Gallego. ¡Todas mujeresContinuaron su paseo por la orilla del río la marquesa y sus dos acompañantes. De pronto, ella se levantó un poco sobre la silla para ver más lejos. En una pradera orlada de pequeños sauces por la parte del río había dos caballos sueltos y ensillados.

Bailan en un café moro. Pasan las bailarinas de Java, con su casco de plumas. Salen de su teatro, vestidos de tigres, los cómicos cochinchinos.

Desde niña había adquirido fama de decir muy bien los versos. En los salones suele haber señoras que cantan, y se las aplaude; las hay que tocan el arpa, y a éstas también se las aplaude, aunque no tanto; otras, por fin, bailan sevillanas, y éstas son, en realidad, las que más entusiasmo inspiran y consiguen arrastrar los corazones masculinos.

Arrastraban sillas, sonaba el piano y después el taconeo de los danzantes. Bailaban. «¡Y todo esto lo he traído yo! ¡Y bailan sobre las ruinas! ¡Los Reyes se arruinan; la casa Valcárcel truena... y el último ochavo lo gastan alegremente entre todos estos pillos y viciosos que he metido yo en casa!». «¡Empezó él!, decía ese tunante. ¡Y tiene razón! Yo empecé, y aún debo, aún debo... lo robado.

Hay cuadros, pagados muy caro, que no han tenido más mérito que el nombre del coleccionador. Ustedes se burlan de los americanos, continuó Harvey, porque somos espíritus sencillos; nos consideran ustedes casi como salvajes, que bailan cuando se les enseñan unas cuantas bolas de cristal pintado. Hay algo de verdad en ese juicio, pero nuestra sencillez pasará.

El Recordatorio galante contestó el viejo consiste en la costumbre que tienen los señores de ir una vez por semana al cercano Cenobio de la jubilación femenina, donde las señoras ancianas, dulces compañeras de su mocedad, los reciben de visita, los agasajan con un delicado banquete, recuerdan con ellos los juveniles gozos y hasta cantan y bailan y huelgan y se entretienen, si bien con la majestad, el entono y el sereno juicio que importan en la edad madura.

Los mozos son de la más alta estirpe administrativa: entre ellos está representada la secretaría del presidente de la República, por un empleado, que aunque sirve el y el agua con panal, no se apea de su categoría de empleado público, la guerra y la hacienda forman parte de los «Tenorios de Plata», que bailan en la Alegría las tres noches de carnaval.

Se baila bien, con esa gracia de las mujeres americanas que no tiene igual en el mundo; las mujeres bailan mejor que los hombres. Me recordaban la limeña flexible como una palmera, con sus ojos resplandecientes y su ondulación enloquecedora. Se comprende fácilmente que los jóvenes se resistan a conformarse con la privación de esas fiestas tan gratas.