United States or Jordan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Otra peculiaridad de mi padre es la instantaneidad con que se le inflama la pasión del amor. Mujer que ve, ya está él por las nubes; o cuando menos, las exalta a la altanería de las nubes, y cátalas ya Elviras, Lauras y Beatrices. Se morirá en un suspiro de amor, exhalado por la mujer que en aquel trance esté a su vera, ya sea una monja joven y admisible, ya sea una portera pitañosa.

Siguiendo las indicaciones de Frecourt, Tragomer y Marenval se bajaron un día, á eso de las cuatro, ante el número 17 de la calle de Lancry. La portera que estaba en su casilla bruñendo un perol, respondió á Marenval en tono malhumorado: La escalera de enfrente. Si es para un ajuste, tercero de la izquierda; si es para una lección, de la derecha.

Otro punto que también parece comprobado, es que la señora Bonnivet, su tía, era portera en la calle de Richelieu, de la casa de un solterón, del cual había sido en otra época ama de gobierno, o según decían algunos, cocinera; pero la señora Bonnivet no convenía en esto.

Lo primero que se me ocurrió fue decir a la señorita que, estando yo en el portal, yegó un cabayero a dejar una carta, y que como no estaba la portera, la tomé yo. Por lo pronto no se malició nada; pero luego en cuantito que la leyó, se tragó la partida. ¿Y qué cara puso? Sabe más que Lepe, Lepijo y toda su parentela.

La portera me la enseñó estando en su balconcito, con una bata muy lujosa, que bien puedo decir que me la ha robado a . ¡Y era fea, doña Manuela, muy fea! Huesos y pellejo nada más; pero con unos ojos de desvergonzada, que es sin duda lo que les gusta a los hombres.... ¡Mi Antonio, un hombre tan serio, con esa mala piel! ¡Ay, doña Manuela de mi alma, yo creo que me va a dar algo!

, al señor del entresuelo le conozgo yo: es alto, flaco, viejo, de bigote recio dijo Carola detallando las señas de don Quintín. La portera comenzó a negar moviendo la cabeza. ¿Cómo que no?

La portera, al ver una señora tan elegante, se mostró locuaz y complaciente; pero Clementina la atajó en seguida. ¿Cómo se llama el señorito? D. Raimundo Alcázar. Mil gracias. Y se alejó inmediatamente. Salió a la calle y dió unos cuantos pasos.

Hablaba con ternura infantil de Chifón, un gato obeso y lustroso, y de dos canarios que había confiado a la portera.

Me enseñó a trabajar y a tener perseverancia y valor, y ahora soy un hombre rico, considerado. Voy a hacer lo mismo contigo; te enseñaré a trabajar, y si tienes perseverancia y energía también serás rico. Así diciendo, lo tomó de la mano y marchó a hablar a la portera protectora del huérfano. Un mundo de pensamientos confusos agitaba el cerebro de Juan, estupefacto.

Apeló entonces a los medios que suelen emplear los tenorios callejeros; sobornó a la portera y pudo cerciorarse de que su madrastra habitaba allí en efecto hacía tres meses; pero su hermana había ido a pasar una temporada al campo con unos amigos por no encontrarse bien de salud. Renunció por entonces a pasear la calle aguardando su regreso. Y al cabo de algún tiempo sucedió lo que vamos a ver.