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Vistió severísimo luto, hizo una vida retirada, y en los veinte años que se siguieron hasta el día en que empieza esta historia, no salió del castillo sino para dar solitarios paseos. En aquellos tiempos, las tierras todas del Rey de Castilla estaban llenas de discordias y alborotos. No había paz ni seguridad en parte alguna, sino robos, sangrientos combates, muertes y estragos.

Sonaron al fin verdaderamente las campanas de San Felipe. Dejó bruscamente el libro y abrió la puerta del cuarto de su doncella: ¡Genoveva, Genoveva! Ya estoy despierta, señorita. Levántate; ya tocan en San Felipe. En un abrir y cerrar de ojos se levantó, se vistió y apareció en el gabinete de su ama.

El infeliz lloró copiosamente y se deshizo en protestas de sincero agradecimiento. Debo decir, en descargo de M. L'Ambert, que hizo las cosas con bastante generosidad. Vistió de pies a cabeza a Romagné, amueblole un quinto piso, en la calle del Cherche-Midi, y le dio quinientos francos para que fuese viviendo mientras le encontraba trabajo.

Apenas el hermano Zea se vistió la sotana de la Compañía, cuando haciéndose cargo de las nuevas obligaciones que con ella había contraído, procuró dar á ellas entero cumplimiento; y como si empezara de nuevo el camino de la virtud, se miraba en las virtudes de sus connovicios, observando cuanto en ellos era digno de ser imitado para copiar en mismo la perfección de todos.

Ramiro pensó que, al hacer su reaparición en la asamblea, todos los rostros se volverían hacia él, y que hasta los varones más graves se adelantarían a cumplimentarle por su proeza. Guarecido casi de su herida, pero flaco y sin fuerzas, vistió una tarde su traje más lujoso, se ciñó la daga del morisco y presentose en la sala pequeña, que hacía las veces de primer recibimiento.

12 por ventura me tentará mi padre, y me tendrá por burlador, y traeré sobre maldición y no bendición. 15 Y tomó Rebeca los vestidos de Esaú su hijo mayor, los preciosos, que ella tenía en casa, y vistió a Jacob, su hijo menor: 16 Y le hizo vestir sobre sus manos y sobre la cerviz donde no tenía pelos, las pieles de los cabritos de las cabras;

Era muy de mañana cuando trajo un criado desde Villabermeja una carta para D. Fadrique. Don Fadrique la leyó rápidamente, estando en la cama aún. Se levantó á escape, se vistió y se fué al convento de Santo Domingo en busca de su maestro. El padre acababa de levantarse y recibió á Don Fadrique en su celda. Sentados ambos, como en la otra celda de Villabermeja, hablaron de este modo.

Se vistió deprisa, cogió papel que tenía el mismo olor que el del Magistral, pero más fuerte, y escribió a don Fermín una carta muy dulce con mano trémula, turbada, como si cometiera una felonía. Le engañaba; le decía que se sentía mal, que había tenido la jaqueca y le suplicaba que la dispensase; que ella le avisaría....

Y el rey y Amán estaban sentados a beber, y la ciudad de Susa estaba alborotada. 1 Cuando supo Mardoqueo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, y se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por medio de la ciudad clamando con grande y amargo clamor. 2 Y vino hasta delante de la puerta del rey; porque no era lícito pasar adentro de la puerta del rey con vestido de cilicio.

Los mosqueteros encendieron las mechas valiéndose del eslabón y el pedernal que en los esqueros llevaban. Abdul ben Hixen se alzó con sobresalto de su lecho, se vistió, se armó y se dispuso al combate.