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Entre estas dos bellezas descendentes, que se habían visto solicitadas y adoradas en otros tiempos, existía un motivo de unión, algo que las conmovía como una música amada y lejana, como un recuerdo nostálgico de la juventud: la hija de doña Mercedes, la vivaracha Alicia Macdonald. La madre creía ver en ella su propia hermosura repitiéndose con nueva savia, y se engañaba.

El sueño está virgen aún: sus montañas repletas de oro, sus valles húmedos de savia vigorosa, las faldas de sus cerros ostentan al pie el plátano y el cocotero, el rubio maíz en sus declives y el robusto café en las cumbres. ¡Gente de paz!

Cuando mi padre lo sepa, será amigo vuestro y os hará conducir a todos a vuestra patria. ¿Está muy lejos el Durga? A dos jornadas de marcha. ¿Cuándo crees que fué el asalto? Al alba, porque estas ramas tronchadas están aún húmedas de savia. Si hubiera sido ayer, ya estarían secas.

Miguel pensó en un fruto de California esplendoroso y dorado, con un perfume intenso de dulce savia. Vaciló interiormente mientras sostenía la mirada de aquellos ojos negros, invitadores y dominantes, seguros de su poder... ¡Pero no! Se acordaba de varios hombres que le eran antipáticos y según la pública murmuración le habían precedido.

¡De nuevo ante mis ojos el incomparable espectáculo de los bosques vírgenes, con sus árboles inmaculados de la herida del hacha, sus flotantes cabelleras de bejucos, sus lianas mecedoras, llevando el ritmo de la sinfonía profunda de la selva, perfumando sus fibras con la savia de la tierra generosa o aspirando la fresca humedad en el vaso de un cactus que vive en la altura, guardando como un tesoro en su seno el rocío fecundo de las noches tropicales!

Doña Bernarda también veía en aquella unión la cúspide de sus ensueños; el dinero unido al poder; los millones de un comercio cuyos éxitos maravillosos parecían golpes de juego, viniendo a vivificar con savia de oro el árbol de los Brulls, algo resquebrajado y viejo por largos años de lucha. Comenzaba la primavera.

Ella posee tus huesos, tu sangre, tu savia y tu calor representado cada uno de esos elementos por tal ó cual de sus hijos. Y ella tiene lo que á ti te falta, la demasiada plenitud y el exceso de fuerza. Su aliento produce no qué alegría, actividad, espíritu creador, lo que podríamos llamar heroísmo físico.

Eran árboles negros, de enorme tronco nudoso y abierto, abombados por grandes excrecencias y con escaso follaje; olivos que tenían siglos de existencia, que no habían sido podados nunca y en los que la vejez robaba savia al ramaje, hinchando el tronco con las expansiones de una lenta y penosa circulación.

Pertenece á los peces y á las plantas, á los mosquitos que vuelan en torbellinos encima de los remolinos y á los grandes árboles que el agua y los aluviones del arroyo hinchan de savia. Entre estos seres que buscan para ellos la mayor parte de cuanto es de su dominio, existe una guerra implacable; cada uno, en lucha por la existencia, vive en detrimento de su vecino.

Y Leonora se estremecía, escuchando internamente el murmullo de la orquesta al acompañar el canto de ternura inspirado por la Primavera; la vibración de la selva agitando sus ramas entumecidas por el invierno, al recibir la nueva savia como torrente de vida; y en medio de la iluminada plazoleta, creía contemplar a Sigmundo y Siglinda, estrechándose en eterno abrazo, formando un solo cuerpo como cuando los veía desde los bastidores, vestida de walkyria, esperando la hora de despertar el entusiasmo del público con su alarido ¡Hojotoho!