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Aunque vendieron caras sus vidas, perecieron los más valientes y el capitán argelino, rindiéndose a discreción los otros, que fueron aherrojados y convertidos en nueva chusma. Morsamor pasó en triunfo a la conquistada galera. Resonar de clarines, vivas, altos aplausos y el estampido de algunos disparos de los falconetes solemnizaron la victoria.

Todo sea por Dios» dijo Encarnación, y más iba a decir; pero en aquel momento oyéronse cornetas y clarines, luego la Marcha Real y el murmullo expectante unido a las frases sueltas «Ya vienen, ya vienen». Gran estupefacción de Riquín, que nunca había visto cosa más bonita; éxtasis de la Sanguijuelera, que no cerraba el pico un momento al paso de la comitiva o procesión real, poniendo un comentario a cada parte de ella.

Y en el teatro de los anamitas, los cómicos vestidos de panteras y de generales, cuentan, saltando y aullando, tirándose las plumas de la cabeza y dando vueltas, la historia del príncipe que fue de visita al palacio de un ambicioso, y bebió una taza de envenenado. Pero ya es de noche, y hora de irse a pensar, y los clarines, con su corneta de bronce, tocan a retirada.

Á pocos pasos de los arqueros iban los atabales y clarines, cuatro en número, y tras ellos diez ó doce mulas con la impedimenta de la pequeña columna, tiendas, ropas, armas de repuesto, batería de cocina, provisiones, herramientas, arneses, herraduras y demás artículos indispensables ó siquiera útiles en campaña.

En el beso de la tierra con el cielo, muere el sol... De la tarde el arrebol se desmaya entre las sombras de la noche del guerrero. El silencio de las horas enlutadas ha rasgado los clarines del heraldo de la muerte; hay espectros en las sombras y hay terror en las miradas y vomitan los cañones el derecho del más fuerte.

A la hora acostumbrada, y dados los repiques de campanas, se junta toda la gente en la iglesia, en la que se canta la misa y Te Deum con mucha solemnidad, y después se prosiguen en la plaza las carreras de caballos en contorno, en las que, divididos en cuatro cuadrillas, los indios hacen muchas evoluciones o figuras, a la usanza antigua, todo a toque de muchas cajas y clarines, y con grande algazara y ruido de cascabeles grandes, de que llevan cubiertos los pretales y cabezadas de los caballos, lo que tienen por adorno y grandeza.

Los prudentes torcían el gesto ante sus proezas; le creían un suicida con suerte, y murmuraban: «¡Mientras dure!...» Sonaron timbales y clarines, y salió el primer toro.

Así, mientras los musulmanes se defienden desesperadamente en la ciudad alta molestando á los cristianos con hondas, flechas, dardos y catapultas, mientras la corte de los califas lanza su postrer grito de agonía entre el clamoroso estruendo de los lelilís, tambores, bocinas y clarines, el amir Aben Hud, último vástago de una gloriosa dinastía , va á encontrar la muerte en manos de un correligionario traidor, y el hijo santo de Berenguela va á sentar sus reales en el campo de Alcolea como águila que se cierne sobre la presa.

Hallábanse las dos solas en el balcón de la alcoba de Eulalia, y ya sonaban los clarines anunciando la proximidad del Rey, cuando Amalia, ¡plum!, le soltó el pistoletazo. «Tu marido entretiene a una mujer, a una tal Fortunata, guapísima... de pelo negro... Le ha puesto una casa muy lujosa, calle tal, número tantos... En Madrid lo sabe todo el mundo, y conviene que también lo sepas». Quedose yerta.

Siguieron los asesinos llevándose en dia claro los robos que egecutaban, diciendo públicamente lo habian ganado en buena guerra, y que por derecho les tocaba: y dirigiéndose despues á la cárcel, abrieron las puertas, echaron fuera todos los presos, y luego salieron diciendo en altas voces: Viva nuestro Justicia Mayor, D. Jacinto Rodriguez: caminando juntos con grande algazara y alegria, tocando cajas y clarines, lo sacaron de su casa, le hicieron dar vuelta por la plaza mayor, y repitiendo las aclamaciones, lo volvieron á ella, y habiendo subido el cura vicario á los balcones de la casa capitular, á preguntarles qué era lo que solicitaban para sosegarse, respondieron todos á una voz: Queremos por Justicia Mayor á D. Jacinto Rodriguez, y que el corregidor y demas chapetones salgan luego del lugar, desterrados á vista nuestra.