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24 Y cuando hubieron sacado estos reyes a Josué, llamó Josué a todos los varones de Israel, y dijo a los principales de la gente de guerra que habían venido con él: Llegad y poned vuestros pies sobre los pescuezos de estos reyes. 25 Y Josué les dijo: No temáis, ni os atemoricéis; sed fuertes y valientes, porque así hará el SE

La pícara se fue a las Cortes con... ¡Justicia, cielos divinos, justicia! No más porque salí de la casa. Desde aquel momento fui amigo de Calomarde. ¿Hablaré de él algún día? Creo que . Pasaron días y San Lorenzo de Puntales me vio ocupado en su defensa durante un mes, en compañía de los valientes canarios de Alburquerque.

Una sobre todo irreparable contestó el inglés con tanta congoja como la de D. Alonso . Hemos perdido al primero de nuestros marinos, al valiente entre los valientes, al heroico, al divino, al sublime almirante Nelson».

El istmo de San Roque con su mar de Bacoor, incesantemente llena de empavesadas bancas que traen y llevan cigarreras; el seno de Cañacao donde encuentra un seguro anclaje la flotante población de nuestros alegres marinos; las populares fiestas de Porta Vaga con los pantalanes incesantemente llenos de alegres caras, que van y vienen en pequeños vapores engalanados y provistos de músicas; las decidoras sanroqueñas con su pequeño y airoso tapis, su jerga especial y su picaresca malicia; las poéticas bóvedas de entrelazadas cañas que dirigen á playa chica; los melancólicos cundiman del barrio de San Rafael y la Caridad; la misma arena de la playa en la cual un día y otro día hemos visto llegar la ola y borrar nombres que nuestro deseo escribía sobre la movediza materia; la franca y leal amistad con los valientes marinos, verdadero elemento que da vida á Cavite; las históricas mascaradas de Noche Buena en que sinnúmero de dalagas, suelto su hermoso pelo recorren las calles en medio de grotescos grupos en que un indio vestido de moro ostenta muy grave un cartel que dice es Moisés, en que las doce tribus van representadas por 12 individuos adornados con los deshechos de todas las guardarropías, y en que el precio de la progenitura no negamos podrá estar caracterizado por las prosaicas lentejas, pero que si van estas, lo son mezcladas con morisqueta en un inmenso bilao que lo suelen colocar debajo de la oliva del huerto, á cuya sombra no se apuran las heces de la amargura, sino sendos tragos de tuba mezclados con los jugos de la bonga y la cal del buyo; todo, todo pasaba ante la vista y ante la imaginación.

Traía el viejo el tricornio puesto, y traía su ros en la mano el joven, dejando al descubierto una cabeza enérgica y muy española, un poco tostado el rostro por el sol, con ojos negros vivísimos, que parecían retratar el temple de acero de una raza de valientes.

1 ¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda; y confían en caballos; y en carros ponen su esperanza, porque son muchos; y en caballeros, porque son valientes; y no miraron al Santo de Israel, ni buscaron al SE

Por donde en las historias, más mujeres se encuentran que se mataron desesperadas, que no hombres: sin que por eso nadie las alabe de valientes, o las deje de abominar por furiosas, con que no viene a ser más que una vil cobardía, lo que a la necedad parecía valor, como discurrí largamente en otro escrito Olimpo Máxima 9.

Ramiro, dejándose caer en una silla, junto a la pequeña mesa aderezada ya para la cena, fijó su mirada en el blanco mantel, que resplandecía bajo las llamas del candelabro, y después de largo silencio, repuso: Aunque así fuera, es menester seguilles. Ellos son los valientes y los honrados.

Sin duda, hace falta mucho valor, sangre fría, agilidad y sobre todo mucha suerte para llevar a cabo una empresa tan peligrosa; pero con la ayuda de Dios y de su patrón, Santiago, usted saldrá de ella con honor, o bien morirá con la muerte de los valientes, lo que no es dable a todo el mundo. Vamos, hijo mío, cumpla bien, que Dios y su jefe tienen la vista fija en usted dijo el capitán.

¡Calma, barón! exclamó Su Alteza. No busquéis querella al señor Roberto Briquet, que tanta culpa tiene él como todos nosotros. La verdad es que cuando entrasteis acabábamos de oir, y yo con enojo, noticias de las fechorías cometidas por esa misma Guardia Blanca, tales y tántas que juré ahorcar al capitán de esa compañía. Lejos estaba yo de hallarlo entre los más valientes y escogidos de mis jefes.