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De consiguiente Perla, la niña duende, el vástago del demonio como algunas personas aún persistían en considerarla, se convirtió en la heredera más rica de su época en aquella parte del Nuevo Mundo; y probablemente esta circunstancia produjo un cambio muy notable en la estimación pública, y si la madre y la hija hubieran permanecido en la población, la pequeña Perla, al llegar á la edad de poder casarse, habría mezclado su sangre impetuosa con la del linaje de los más devotos puritanos de la colonia.

El cielo se había despejado con la mudable rapidez de la atmósfera ecuatorial. En su límpido azul sólo quedaba flotante una nube negra cerca de la línea del horizonte. Esta nube, que contemplaban todos, parecía una flor de pétalos vaporosos, con un largo vástago que descendía en busca del agua.

El sentido de la vista le persuadía de que allí no había más que dos huevos; pero la dialéctica especulativa y profunda le inclinaba á afirmar que había tres. La madre decidió al fin la cuestión prácticamente. Puso un huevo en el plato de su marido para que se le comiera: tomó otro huevo para ella, y dijo á su sabio vastago: El tercero, cómetele .

Doña Inés estaba muy adelantada en sus concebidas esperanzas de octavo vástago, y en tal delicada situación se cuidaba mucho y procuraba no alterarse por ningún motivo, para que las dichas esperanzas no se frustraran o se torcieran ruinmente, realizándose de un modo prematuro, con deterioro y quebranto de su salud.

También esperaba que fuese Andresito, el hijo de don Antonio, un muchacho paliducho y mimado, vástago único, que cursaba el segundo año de Derecho, hacía versos, y en compañía de Juanito iba muchas veces a casa de doña Manuela, con fines no tan ocultos que ésta no torciese el gesto manifestando disgusto.

El señor de Bevallan, que no se desconcierta fácilmente, desapareció en el monte vecino, donde durante un momento oímos crujir el ramaje; á poco rato volvió armado de un largo vástago de avellano y púsose á despojarle de sus hojas. ¿Por ventura piensa usted alcanzar hasta la otra orilla con ese palo? preguntó la señorita Margarita, cuya alegría comenzaba á despertarse visiblemente.

Los puritanos la miraban y si se sonreían; mas no por eso se sentían menos inclinados á creer que la niña era el vástago de un espíritu malo, á juzgar por el encanto indescriptible de belleza y excentricidad que brillaba en todo su cuerpecito y se manifestaba en su actividad.

El P. Gil, con mano trémula, iba cumpliendo su piadoso oficio, mientras el último vástago de la casa Montesinos yacía sin conocimiento, con la terrible palidez de la muerte impresa en sus facciones. Cuando estaban a punto de terminar, serenose un tanto el pecho del enfermo. Poco después abrió los ojos y paseó una mirada de sorpresa y aun de espanto por la estancia. Tornó a cerrarlos.

Precisamente en una de las pocas ocasiones en que la despreocupada joven no estaba atenta a los discursus del banquero, que la divertían sobremanera. Prefería, por el momento, la conversación de Pepe Guzmán, pájaro de mayor cuenta que su amigo Gonzalo. El tal Guzmán, aunque de segunda rama, era también vástago aristocrático: de la ilustre cepa de los Valdejones.

Era un vehemente deseo de antiguo rábula; ver a su vástago entrando con la frente alta en el vedado de la ley donde él se había introducido siempre cautelosamente, expuesto en muchas ocasiones a salir arrastrado con una cadena al pie.