United States or Sudan ? Vote for the TOP Country of the Week !


No distábamos mucho de la ermita de San Cristóbal, cuando advertimos gran movimiento en el ejército de Vedel. Apretando el paso hasta que les tuvimos muy cerca, observamos que camino abajo venía hacia nosotros un joven saltando y jugando, con aquella volubilidad y ligereza propia de los chicos al salir de la escuela.

Desalentados los normandos con la pérdida de su jefe y acosados de cerca, volvieron la espalda y abandonaron el Galeón, saltando atropelladamente sobre la cubierta de su barco, donde empezaron á diezmarlos las flechas de los arqueros ingleses y los peñascos que desde las cofas les lanzaban los marinos.

Para llegar al pie de la roca, detrás de la espléndida tapicería líquida que en ese instante brillaba bajo el sol con mil reflejos irisados que jamás alcanzaron las más ricas telas de Persia o la China, era necesario marchar paso a paso, saltando de piedra en piedra o pasando por pequeños puentes de madera que se deshacen con frecuencia.

Dentro de una habitación caleada, pero negruzca ya por todas partes, y donde apenas se filtraba luz al través de los vidrios sucios de alta ventana, vieron las dos muchachas hasta veinte hombres vestidos con zaragüelles de lienzo muy remangados y camisa de estopa muy abierta, y saltando sin cesar.

A veces ha necesitado gritar muy fuerte para ser oída en Europa, y sólo así, los americanos han largado la presa de que perentoriamente, con el derecho del león, se habían apoderado, saltando sobre el tratado Clayton-Bulwer mismo.

A veces las olas, saltando por encima de las bordas, inundaban la cubierta. El agua corría por toda ella y salía con fragor de catarata por los canalones de babor y estribor. El viejo Horn, aunque estaba solo sobre cubierta, afrontaba el huracán con serenidad admirable.

Oyó el ruido del coche que rodaba por la calle abajo, y aún lo vio pasar por delante con tan rápida vuelta que por poco la arrolla. «¡Eh!...» gritó el cochero, y la señora de Rubín dio un grito, saltando hacia atrás... ¡Qué susto, pero qué susto, Señor!... Siguió hacia la Puerta del Sol, dándose cuenta de aquel miedo intensísimo que había sentido y preguntándose si en él había también algo de vergüenza.

Tenía de este modo la boca tan cerca de la cara de la mujer amada, que no pensó más que en aprovechar tan feliz circunstancia y el grito de júbilo de Herminia se apagó con un beso. Después la curiosidad recobró su imperio, y la joven preguntó: Pero, ¿cómo has llegado hasta aquí? Saltando el foso. El perro no estaba allí ya, para morderme las pantorrillas ... ¿Lo había intentado?

Esta ruina llegó a tal punto que hay quien asegura haberle visto pegando calcografías en los cristales en compañía de aquella niña grande y, lo que es más absurdo, ella dando a la cuerda sujeta a un árbol por el otro cabo y él con las mejillas inflamadas y los cabellos pegados a la frente saltando y gritando «¡tocino! ¡tocinoRealmente hay cosas que la imaginación no puede representarse.

Las calles de la Marina eran nauseabundas; un olor infecto se escapaba de las casas; en el arroyo zumbaban enjambres de insectos, saltando de los charcos al sonar los pasos de un transeúnte. El recuerdo de las colinas inmediatas a su torre, perfumadas de plantas silvestres y olor salitroso de mar, parecía sonreír en su memoria con una dulzura idílica.