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Yo sospecho que los emperadores de la última dinastía se sintieron inquietos tal vez por la frecuencia con que llegaban á nuestras costas huéspedes de la misma talla, y trataron al viejo con brusquedad, sin considerar que el pobre venía atraído por los relatos de Eulame para establecer generosamente su civilización entre nosotros. Su cadáver dió poco trabajo para ser anulado.

El fermento de decadencia y corrupción, antes que en el pueblo, apareció en la dinastía. En la dinastía casi desde el principio se advierte.

Desde que dejó de pensar en su hijo; en cuanto se convenció de que no le servía para representar dignamente el papel de príncipe heredero de su augusta dinastía, se enamoró de los papelones de político; y mientras esa farsa le preocupe, no se le dará un rábano ya porque, con el hijo espirante, se os lleven los demonios en una noche a ti y a tu madre..., sobre todo, si me llevan a también.

Allí el rey no es mas que el símbolo popular de la permanencia del gobierno; Leopoldo y sus hijos son verdaderos ciudadanos; la fuerza de la autoridad reposa toda en la ley y la opinion; el país tiene confianza en sus mandatarios y representantes porque la tiene en mismo; las razas se han confundido en el amor comun á la independencia y la gloria nacional; la alianza entre el pueblo y la dinastía tiene su garantía en la libertad, y la nacion ha logrado poner en armonía dos elementos que siempre han sido inconciliables en Europa: la democracia y la monarquía hereditaria.

Los había con grandes barbas, recios capotes, altas botas y gorro de piel, relatando la leyenda al pie del retrato, sus viajes por el Norte de las Rusias, sus arriesgadas expediciones en países de hielo. Otros vestían la bota floreada de la aristocracia china: habían sido mandarines, llegando á aconsejar á individuos de la dinastía Celeste.

Es el caso que el collar maravilloso de Híala estuvo antiguamente entre los tesoros de los Almohades, y mientras allí estuvo, por el prodigioso poder y virtud de tal joya, el imperio y la ventura de aquella dinastía fueron en aumento, no habiendo comenzado a eclipsarse su gloria hasta extinguirse, cual ya sabes, sino desde el punto en que por una aventura de amores, que no es del caso entretenerte ahora con ella, salió el collar de aquella familia, y vino a posesión de la tuya, que desde entonces comenzó a engrandecerse en la corriente de los años y con los favores de la fortuna.

En las horas de tristeza, proyectaba entretener su actividad elevando un mausoleo enorme, todo de mármol, en la Recoleta, el cementerio de los ricos, para trasladar á su cripta los restos de Madariaga, como fundador de dinastía, siguiéndole él, y luego todos los suyos, cuando les llegase la hora. Empezaba á sentir el peso de su vejez.

Sabía el mal estado en que aquel grande hombre había dejado sus negocios al morir, y más de una vez había dado dinero a doña Bernarda, orgulloso de que ésta en sus apuros le dispensase el honor de buscarle; pero para él la casa de los Brulls, pobre o rica, era siempre la casa de los amos, la cuna de aquella dinastía cuya autoridad no podía abatir poder alguno.

Jamás un rey de España pisó el suelo de la América para mostrar en su persona el símbolo, la forma encarnada del derecho divino. ¡Virreyes ridículos, ávidos, sin valor a veces para ponerse al frente de pueblos entusiastas por la dinastía, acabaron de borrar en la conciencia americana el último vestigio de la veneración por el personaje fabuloso que reinaba más allá de los mares desconocidos, que pedía siempre oro y que negaba hasta la libertad del trabajo!

Véase Al-Makkarí, libro VI, cap. II, traduccion inglesa de Gayanges arriba citada. Este gigante sin corazon ni culto es la China: sabido es que en ella no ha prevalecido jamás de una manera constante religion alguna. La dinastía de los Thang que habia puesto la China á la cabeza del Asia degenerada, tocaba en la época de que vamos hablando al término de su poderío.