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Su madre no se hartaba de palparla, unas veces vestida, otras medio desnuda; de medirla con ávidos ojos, de verla andar, y, aunque seca de palabra siempre, de prodigar, a su manera, elogios a su precoz desarrollo físico y moral, a la redondez de su cuello, a la tersura de su garganta, a la expresión maliciosa de sus ojos, a la frescura de su boca, a la esbeltez de su talle y a todas y a cada una de sus prendas esculturales.

Todo pasaba en extravagante mezcla por los ávidos esófagos: el salchichón revuelto con soda, los pasteles bañados en aceite de sardinas. Y cuando su famélica nerviosidad empezó a calmarse, rompieron a hablar del desafío como de un suceso remoto, de un hecho histórico envuelto en las maravillosas nieblas de la lejanía, que todo lo agiganta.

Mira dijo el otro sacando cuatro onzas y algunos doblones de un bolsillo grasiento. ¡Ah, marrajo! exclamó Aldama, mirando con brillantes y ávidos ojos el oro: dame siquiera una. Debo cuatro meses de casa y más de seis duros de prestado. Poco á poco: no hay que despilfarrar el tesoro del Rey dijo el Doctrino, guardándose majestuosamente en el bolsillo el erario revolucionario.

Al principio, nadie le concedió por aquí gran importancia al alzamiento; pero apenas comenzaron á llegar noticias alarmantes, los que viven á distancia de las poblaciones se pasaban el día en éstas, ávidos de saber las últimas noticias del movimiento y llenos de una gran incertidumbre, pues luchaban entre la idea de abandonar sus bohíos, con sus animales y sus siembras, ó aguardar en el campo la terminación de este movimiento.

Fue la construcción de los andamios y puntales tan portentosos, que ávidos corrían los viajeros instruidos a estudiarlos, los curiosos a embeberse en su contemplación, y no pocos trasladáronse a Teruel, con el único y esclusivo objeto de admirar la obra del inmortal y modesto Bedel, que se concluyó en el mismo año.

Es la una de la tarde; el brigadier Rotalde, otro amigo y yo, paseamos nuestros ávidos ojos por una gran sala del Louvre, denominada el salon de los Estados. La gran sala del palacio de Versalles, y la que ahora examinamos, son las dos piezas más espaciosas y magníficas que he visto. Tiene próximamente dos pisos de altura, sobre ochenta pasos de longitud, y veintiocho ó treinta de latitud.

Mientras torrentes de luz roja y azul le daban matices fantasmagóricos, revoloteaban a su alrededor, electrizados por su voz aguda y dominante, los enormes murciélagos hambrientos, ávidos de sorberle la sangre bajo su piel pintada y sudorosa. Pronto se cansó el público parisiense de Catalina y sus vampiros.

Se acordó de las innobles industrias establecidas con profusión en la gran urbe inmigratoria por extranjeros ávidos de ganancia; de la trata de mujeres, que extendía desde allí su reclutamiento a diversos países de Europa. La antigua «madre» de la mancebía clásica había sido sustituida por hombres de negocios que comerciaban en carne humana.

El de la casa mira á su amigo con cierto aire de triunfo, y entrambos clavan los ávidos ojos en los pucheros, y entrambos alargan la diestra hacia ellos, y entrambos remojan el índice en la leche, aunque en distinto cacharro. Con igual uniformidad de movimientos retiran los brazos del arcón, míranse cara á cara y se chupan los respectivos dedos. ¡Güena está la leche! dice el de casa.

Gente interesante la que se reunía en estas islas avanzadas del Mar Tenebroso dijo Maltrana . Navegantes ávidos de novedad, hombres de estudio que a la vez eran hombres de acción, sentíanse atraídos todos ellos por el misterio del Océano.