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Actualizado: 29 de junio de 2025
Mientras que degeneraba siempre más por estas causas el teatro popular, se abría paso en España, extendiéndose más cada día, la literatura francesa, y con ella los principios literarios de los ingenios de la época de Luis XIV. No ha de atribuirse á la nueva dinastía, y como su consecuencia inmediata, esta irrupción de un gusto extraño, porque Felipe V se cuidaba poco de la ciencia y de la poesía; y si es cierto que en 1714 fundó la Real Academia Española, tomando por modelo la francesa, también lo es que ésta fué la única señal de interés, mostrado por él en favor de los intereses del espíritu de su pueblo.
El primero, nos ha dado una buena série de observaciones sobre Tiahuanaco, pero disponiendo de reducidos elementos de consulta, ignorando los otros grandes vestigios de viejas sociedades de los valles centrales ó de la costa del Perú y los esparcidos en la República Argentina, con la única base de sus observaciones en la meseta del Lago Titicaca, se concretó á la descripcion de lo que había esplorado, considerando á esas ruinas como vestigios del arte aimará, anteriores á la dominacion incásica, dinastía que empieza, segun D'Orbigny, con la fundacion del Cuzco por Manco-Capac, salido del Titicaca en el siglo XI. Incurrió con esto, siguiendo á Garcilaso, en la creencia errónea de la modernidad de la dinastía, sin detenerse á pensar que es imposible que naciones como la Quichúa y la Aimará, que profesaban el culto de la tradicion, olvidaran tan pronto el esplendor de una civilizacion como la del Titicaca y sus inmediaciones, que debía todavía existir en la época de la aparicion de Manco-Capac, porque un legislador como éste no brota del desierto, ni que tal civilizacion se destruyera tan rápidamente que sus vestigios fueran considerados como antiguallas de tiempo desconocido por los mismos indígenas, al llegar los Españoles.
Sin embargo, los Reyes que sucedieron á Felipe II, lo mismo los de su dinastía que los de la de Borbón, continuaron dispensando al Monasterio grandes mercedes y muy decidida protección, con lo que siguió siendo uno de los más ricos y florecientes de la Orden jerónima. Así llegó, sin novedad alguna digna de mencionarse, el año de 1809.
Los Dupont constituyen una dinastía; su fuerza no admite auxiliares ni asociados; planta las vides en terrenos propios, y sus cepas han nacido antes en viveros de Dupont. La uva se prensa en lagares de Dupont, y los toneles en que fermenta el vino son fabricados por Dupont.
Bajo los nombres de Santo Tomé y San Benito, parroquias que encabezaban los dos grandes distritos de la ciudad, perpetuáronse largo tiempo dichos bandos, recordando aún sus distintos colores y opuestas cuadrillas, en las justas Reales de la dinastía austriaca, los antiguos enconos y reyertas.»
No era para menos. ¡Un pronunciamiento de veras, que derrocaba la dinastía! Por fin el país había hecho una hombrada, o se la daban hecha: mejor que mejor para un pueblo meridional. De todo se encargaban marina, ejército, progresistas y unionistas.
En vano se nos hablará de la dinastía austríaca que ha gobernado nuestra España con las formas del absolutismo: nuestros ilustres comuneros de Castilla, combatiendo los primeros del mundo en batalla campal contra la tiranía de los Reyes, son una soberbia y altiva protesta que nuestro carácter escribió en los campos contra todo lo despótico.
Otro de sus motivos favoritos de conversación era explicar la causa de la tirria que tenía a los Borbones, citando continuamente como uno de los libros que más le entusiasmaban, un folleto publicado a raíz de la Revolución del 68, en cuyas páginas figuraba la estadística de las víctimas que aquella dinastía costó a España desde que Felipe V entró a reinar.
Costóle, sin embargo, algún trabajo reducir a Villamelón a secundar sus planes, porque encastillado este en lo que llamaba su honor, empeñábase en vivir y morir fiel a la dinastía caída.
Así, mientras los musulmanes se defienden desesperadamente en la ciudad alta molestando á los cristianos con hondas, flechas, dardos y catapultas, mientras la corte de los califas lanza su postrer grito de agonía entre el clamoroso estruendo de los lelilís, tambores, bocinas y clarines, el amir Aben Hud, último vástago de una gloriosa dinastía , va á encontrar la muerte en manos de un correligionario traidor, y el hijo santo de Berenguela va á sentar sus reales en el campo de Alcolea como águila que se cierne sobre la presa.
Palabra del Dia
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