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Palacios, monumentos, estatuas, teatros, arcos de piedra colosales, lienzos de altísimas casas de bella forma, pasajes de asiática elegancia, hoteles y cafés en fabuloso número, todo lo que puede soñarse reside allí. Su movimiento no tiene imágen ni término: á todas horas está cubierto de gente y carruajes desde el principio hasta el fin.

Córdoba sola contenia, segun los geógrafos árabes, doscientas mil casas, seiscientas mezquitas, cincuenta hospitales, ochocientas escuelas públicas y novecientos baños. Este detalle parece á primera vista increible y fabuloso; mas yo ni aun lo supongo exagerado.

Y las ropas del maestro, todas las brillantes estofas de esplendor oriental, impregnadas de esencia de rosa; frascos enteros derramados al azar, saturado el ambiente de un perfume de jardín fabuloso, capaz de marear al más fuerte y que excitaba al monstruo en su lucha con lo desconocido.

Asimismo suele tener la cordobesa un corral bien poblado de gallinas, patos y pavos, que ella misma alimenta y ceba; y ya logra verse, aunque rara vez, la desentonada y atigrada gallina de Guinea. El faisán sigue siendo para mis paisanas un animal tan fabuloso como el fénix, el grifo o el águila bicípite. Donde verdadera y principalmente se luce la cordobesa es en el manejo interior de la casa.

La maya. Especie de pequeño gorrión, que como el anterior, abunda de un modo fabuloso; se reunen en grandes bandadas, y vistas de lejos, por su pequeñez, más parecen insectos que aves. Otros, sin ser de utilidad inmediata, podrían ser objeto de un activo comercio por la hermosura de su plumaje, que indududablemente tendría aceptación en el comercio para la aplicación del adorno de sombreros.

Hay que admirar la fuerza y salud robustísimas que le permitieron producir una de las más copiosas obras literarias que posee la humanidad, como por juego, sin que en momento alguno se advierta fatiga ni esfuerzo; hay que admirar el caudal de simpatía, el hechizo para la conversación y trato de gentes que se manifiesta en sus cartas y nos hace comprender el perenne afecto que sintió hacia él el Duque de Sessa, y sus triunfos amatorios cuando ya ni la edad ni el hábito permitían esperar tales cosas; hay que admirar una inmensa capacidad de saber, un conocimiento de cosas antiguas y contemporáneas absolutamente sin igual, una potencia retentiva y un don de observación que tocan en lo fabuloso.

Yo comparaba la inmensa riqueza encerrada en el «Tesoro» de la catedral, con la profunda miseria de las clases inferiores de Toledo, ciudad que vegeta en el aislamiento, sin industria, comercio, ni agricultura importante, y me decia con tristeza: «¡Qué bien haría la Vírgen de esta catedral si, imitando á Isabel la Católica, no ya para descubrir un mundo sino para resucitar á Toledo, destinara sus joyas de valor fabuloso para un ferrocarril que comunicase á esa imperial ruina con todos los pueblos del magnífico valle del TajoDe cada catedral de España, sin contar mas que los valores de lujo, puede salir un ferrocarril; pero no hay riesgo de que salga nada, sin que por eso falten las entradas.

Por todo ello queda patente que Cervantes puede ser calificado como inventor de la novela moderna de costumbres y de caracteres. Los libros de caballerías, las novelas pastorales y hasta las picarescas son otra cosa: son una larga serie de aventuras, sin más unidad de acción que la vida de algún personaje fabuloso a quien sigue y retrata el escritor desde su nacimiento hasta su muerte.

Hay en Suiza, volviendo á la instruccion pública, el fabuloso número de cinco mil quinientas escuelas, á las que acuden cuatrocientos mil discípulos. Estas dos cifras, teniendo en cuenta que la poblacion de toda la Suiza se compone solamente de dos y medio millones de habitantes, habla con incontestable elocuencia en pro del estado intelectual del pais.

Buscaba te la echar al sombrero. No me hizo daño la flor replicó Ramiro, pero vuestra risa. ¡Calla! Reía del gozo de verte a un palmo de . Yo me estuve encogida cabe la reja, e no me catabas. Volviendo a la cuadra del baño, ella extendiose de pechos en la alcoba, ofreciendo a Ramiro una almohada para sentarse. Platicaron largo tiempo. Era para el mancebo un coloquio extraño, casi fabuloso.