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¿Pues para quién, señor, es ese hábito? dijo con un sarcasmo mal encubierto ; ¿acaso para la aventurera con quien entretiene al príncipe el duque de Uceda? Para esa el collar de perlas, y más que fuere menester; esta cruz es para otra persona. ¿No conocéis á alguien que se haya hecho recientemente merecedor del hábito? Confieso á vuecencia que no.

Va al Brasil por sus negocios. Su mujer ostenta a todas horas un collar enorme de perlas; pero son menores que las de la esposa del gringo, y esto hace que las dos se miren con el rabillo del ojo apretando los labios... Vaciló un momento para reconstituir en su memoria la lista de los ausentes. Hay también unos americanos del Norte, en los que habrá usted reparado por el ruido que mueven.

Cuando ha reposado tantas noches sobre su seno, respirando su calor; cuando ha adquirido el aroma de su piel y los blondos tintes que hacen delirar el corazón, la joya ya no es joya, sino una parte integrante de la persona que no debe contemplarla con ojos indiferentes. Sólo un ser tiene derecho á conocerla y sorprender á través de aquel collar los misterios de la mujer querida.

Hay vida y poesía en esas horas en que el calor abrasa; pera la vírgen tiene en el espacio inmóvil la mirada. Hija gentil de una región de fuego, acaso vuela su alma por el país de rosas del idilio cuyo perfume embriaga. Tal vez sueña en las dulces sampaguitas cogidas de las ramas, para ser el collar lleno de aromas en la linda garganta.

Al día siguiente recuperó las botas, pero nada más, mientras la muchacha compensaba la desnudez de su pescuezo con incesantes cigarros despreciativos. Podeley ganó, tras infinito cambio de dueño, el collar en cuestión, y una caja de jabones de olor que halló modo de jugar contra un machete y media docena de medias, quedando así satisfecho. Habían llegado, por fin.

Emma venía vestida con un magnífico traje, que ninguno de ellos le conocía; traía la cara llena de polvos de arroz; el peinado de mano de peinadora, cosa en ella nueva por completo, pues nunca había consentido que le tocasen la cabeza manos ajenas, y lucía una pulsera de diamantes y collar y pendientes de la misma traza, todo muy caro y todo nuevo para el esposo y para el administrador.

Esto, por otra parte, a ti te estaría bien, hermano Mohamad, pues así tendrías esperanzas de recobrar tu collar por el buen afecto de la esclava; pues te advierto, hermano mío, que faltando de tu familia esta joya maravillosa, este talismán de tanta virtud, tarde o temprano ha de perder el imperio. Pero volvamos a Híala.

El automóvil y el collar de perlas llevan hechas más víctimas que las guerras de Napoleón decía Atilio. Eran estas dos cosas como el uniforme de gala de la mujer, y las que carecían de ellas se juzgaban infelices y maltratadas por la suerte. Su doble imagen turbaba las ilusiones de las vírgenes y la fidelidad de las esposas.

"No yo eso", le respondí. "Sin duda -dicen ellos- esta noche lo deben de haber alzado y llevado a alguna parte. Señor alguacil, prended a este mozo, que él sabe dónde está." En esto vino el alguacil, y echóme mano por el collar del jubón, diciendo: "Mochacho, eres preso si no descubres los bienes deste tu amo."

Modesto principio, que podía llegar a proporcionarle el dinero suficiente para pagar el adelanto en el obraje, y volverse en el mismo vapor a Posadas a derrochar un nuevo anticipo. Perdió; perdió los demás cigarros, perdió cinco pesos, el poncho, el collar de su mujer, sus propias botas, y su 44.