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D. Gaspar apuntaba para el director de la murga como diciendo: «A éste se debe todoEl director de la murga apuntaba para D. Gaspar, manifestando por mímica: «El triunfo es de este señorPor último, en la imposibilidad de expresar de un modo más plástico la profunda admiración que el uno sentía por el otro y la perfecta compenetración de sus espíritus entusiastas, se abrazaron en medio del escenario y permanecieron unidos bastante tiempo.

Pero descuidad, que una vez allí trataremos de que obtengáis vuestro plato español favorito, preparado con todas las reglas del arte. Ya ve Vuestra Alteza, continuó dirigiéndose al rey Don Pedro, que no faltan entre nuestros caballeros admiradores entusiastas de la cocina española. Pero, dicho sea en honor de Sir Oliver, también sabe pelear con el estómago vacío.

El peligro común, la miseria de las marchas interminables para burlar al enemigo, la escasez sufrida en los yermos y picachos que les servían de refugio, los igualaban a todos, entusiastas, escépticos e ignorantes.

En las últimas elecciones presidenciales fué uno de los más entusiastas defensores de la candidatura del General Gómez, procurándole gran cantidad de votos.

El tránsito de esta tropa pesada y ruidosa duró sólo un instante. Ya no quedaba más que ver... La muchedumbre, satisfecha de este espectáculo fugaz después de larga espera, salía de sus escondrijos, y muchos entusiastas rompían a correr detrás del ganado, con la esperanza de ver su entrada en los corrales.

Eran buenas gentes, sencillas y entusiastas, pero de poca importancia: pequeños comerciantes, obreros que se habían convertido en patronos, modestos empleados, vagos sin profesión que vivían milagrosamente de ocultos expedientes, sin otro oficio conocido que hablar de toros.

Se han ponderado tanto las maravillas de la Alhambra y su grandiosidad, que al visitarla se la encuentra muy inferior á las descripciones hechas por los viajeros entusiastas.

Nadie hacía caso del murmurador. «Milagro lo había, pero lo había hecho el Magistral». Ya nadie dudaba esto. «Era un gran hombre, había que reconocerlo». Doña Paula, por medio del Chato y otros ayudantes, doña Petronila, su cónclave, Ripamilán, el mismo Obispo, que había abrazado al Magistral en la catedral poco después de bendecir las palmas, todos estos, y otros muchos, eran propagandistas entusiastas de la gloria reciente, fresca de don Fermín, de su triunfo palmario sobre las huestes de Satán.

En el del Siglo había una gran reunión de espiritistas, a la que concurría por aquella fecha Federico Ruiz. Viole Rubín, y se acercó a la tertulia, teniendo el gusto de discutir con los individuos más entusiastas de aquella secta.

Pongamos que sólo se gana la mitad; pongamos que sólo es la mitad de la mitad...» Y tras estos cálculos descendentes, que revelaban su odio a toda fantasía, siempre resultaban millonarios. Los más entusiastas y de fe inconmovible eran los que habían estado en América y volvían a ella por segunda o tercera vez.