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Me dijo que me amaba y que había resuelto casarse conmigo. «¿Quiere usted ser mi mujer...?» Yo no sabía qué contestarle; arrugaba mi vigésimoquinto «marinero»; al fin, recobré la sangre fría. «¡Según y cómo!», le dije. «¿Tiene usted algún oficio...?» «No se preocupe; tengo una profesión bastante lucrativa. ¡Lo importante es que yo no le desagradeMe dejé caer sobre una silla, me puse a sollozar y me enjugaba los ojos con el «marinero». Aquella misma noche, el señor Mers venía a buscarme a la salida del almacén con su auto, me llevaba a nuestra casa y pedía mi mano a papá, que estuvo a punto de caer enfermo por la impresión. ¡Ya ve usted...! ¡Un yerno que tenía quince millones! ¡El pobre papá no volvía de su asombro...!

Desde que dejó de pensar en su hijo; en cuanto se convenció de que no le servía para representar dignamente el papel de príncipe heredero de su augusta dinastía, se enamoró de los papelones de político; y mientras esa farsa le preocupe, no se le dará un rábano ya porque, con el hijo espirante, se os lleven los demonios en una noche a ti y a tu madre..., sobre todo, si me llevan a también.

Conviene que obtenga este año una mención en los Artistas franceses.» Y Joaquín le respondió: «¡No se preocupe usted...! ¡La tendrá...!» Y agregó: «Es muy rica, ¿verdad?» A lo cual le contestó el patrón: «¡Ya lo creo! ¡Es más rica que Berta Morizot...!» LORENZA. ¡Caramba! ¡Qué bien enterados están estos señores...! EL MODELO. ¡Bah! Son unos vivos que saben lo que se traen entre manos.

Comprendí que el hombre era un enfermo y que la alegría que acababa de recibir le había quitado el poco seso que solía tener, y dije para distraerlo: Deje el vuelto no más, no se preocupe: otro día me lo da. ¡Ah!... ¡!... ¡Bueno!... Y luego, pasándose la mano por la frente, exclamó, como quien vuelve de un sueño: ¿Ve?... ¡Ya se me iba la cabeza!... ¡Amigo, qué cosa!... ¡No puedo pensar en nada!

Confieso que no me preocupé gran cosa, y después de almorzar me fui a la calle, como todos los días; pero al regresar a la hora de comer hallé la casa en un estado de agitación que me sorprendió altamente. «Van a traer el Viático a doña Raquel», me dijo el criado con tono confidencial.

Al principio, de una manera descuidada, como hombre acostumbrado á dirigirlas principalmente dentro de mismo, y para quien las cosas externas son asunto de poca monta, á menos que no se relacionen con algo que preocupe su espíritu. Pronto, sin embargo, las miradas se volvieron fijas y penetrantes.

Así, pues, no le preocupe la opinión de los demás: deje a un lado todo prejuicio, siga sus propias inclinaciones y ame usted a quien le ama. Gracias, señor Delaberge respondió ella, premiándole sus consejos con una mirada llena de ternura; tiene usted razón completa, y no escucharé sino la voz de mi corazón.

No le preocupe nunca, sobre todo en el orden moral, más que la extrema altura del objeto y la necesidad de acercarse a él lo más posible; eso le prestará a usted mucha humildad y mucha fortaleza. La imposibilidad casi general, de alcanzar lo extremo de ciertos ensueños hará que considere estimable y digno de piedad, el esfuerzo que cualquier hombre de buena fe intente hacia la perfección.

Después me preocupé de obtener algunos datos sobre su padrone. La anciana me dijo todo lo que sabía, que no es mucho. Tiene la costumbre de llegar inesperadamente, por lo general de noche, y permanece uno o dos días, pero jamás sale a la calle en plena luz del día. No sabe dónde vive cuando está ausente. Con frecuencia llegan cartas para él con estampillas inglesas, y ella se las guarda.

19 Y manda: Haced esto: tomaos de la tierra de Egipto carros para vuestros niños y vuestras mujeres; y tomad a vuestro padre, y venid. 20 Y no se os preocupe por vuestras alhajas, porque el bien de la tierra de Egipto será vuestro. 21 Y lo hicieron así los hijos de Israel; y les dio José carros conforme a la orden del Faraón, y les suministró mantenimiento para el camino.