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Los aromas penetrantes del tomillo y del hinojo embalsaman y purifican el ambiente. Lo mejor y más florido de estos terrenos pertenecía a la Compañía. Separada de la aldea como unos trescientos pasos y en el centro de un parque se levanta soberbia fábrica de piedra. Es la habitación del director y el centro administrativo de las minas.

El hombre que se paseaba en la habitación y hablaba casi por monosílabos y lentamente con Luisa, era un hombre alto, fornido, soldadote en el ademán, en el traje y en la expresión, con cabellera revuelta, frente cobriza, ojos negros, móviles y penetrantes, mejillas rubicundas y grandes mostachos retorcidos.

Los ojos de Sorege, ocultos según costumbre, se dirigieron claros y penetrantes á Jenny, y la expresión de astuta dulzura que ofrecía su cara desapareció de repente.

El clamor era cada vez más alto; la agitación se convertía en tumulto. Los gritos penetrantes de los pregoneros apenas se oían entre aquel rumor tempestuoso. Mi compañero había guardado silencio. Yo, absorto completamente por la escena terrible que se preparaba, tampoco despegué los labios.

Esta es en substancia, la doctrina de Santo Tomás; que mas bien he traducido que no extractado. El cardenal Cayetano, uno de los entendimientos mas penetrantes y sutiles que han existido jamás, pone sobre este lugar un comentario digno del texto.

¡No haré semejante cosa! dije. ¡Ni usted tampoco! Desde ahora me niego rotundamente a engañar de tal modo a la Princesa. Sarto clavó en sus ojillos penetrantes. Después apareció en sus labios sardónica sonrisa. Corriente, joven; como usted quiera. Vaya, limítese usted a tranquilizarla un poco, como pueda. Y ahora hablemos de Miguel. ¡A quien Dios confunda! dije. Ya hablaremos de él otro día.

Temblando por aquella existencia que pendía de un hilo y por su amor, acaso más frágil todavía, la joven devoraba sus lágrimas y ocultaba sus angustias a fin de no entristecer aquella agonía... ¿No estaba ella amenazada por un doble duelo? A pesar de las cartas de Raúl, su corazón estaba martirizado por penetrantes aprensiones ¡Blanca amaba!

Sus ojos pequeños y penetrantes miraban a todos lados con la esperanza de encontrar un descuido, algo que contraviniese las reglas establecidas, para estallar en gritos y amenazas que diesen salida al mal humor y a la ira reconcentrada que fruncían su entrecejo.

El silencio pesa sobre ellos. ¡Y qué silencio!... A lo lejos suena el timbal... El agua muge... Los dos se miran entonces pálidos como la muerte. Y ella se pone a lanzar gritos penetrantes: ¡Jesús! ¡Jesús! Su voz suena en medio de la noche. Con un gemido violento él se oculta el rostro entre las manos. Un sollozo sin lágrimas sacude todo su cuerpo.

Al decir eso sonreía de un modo singular y me dirigió una mirada de las más penetrantes y más vivas.