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Actualizado: 15 de junio de 2025


Detrás la cruz arzobispal y los canónigos por parejas, y en último término el prelado, con su cola roja, extendida en toda su longitud, llevada en alto por dos pajes. Don Sebastián bendecía a un lado y a otro, mirando con sus ojillos penetrantes a los fieles, que inclinaban la cabeza.

Es preciso que yo lo sepa; pero apúrate, apúrate, que ya empieza a repicar la campanilla. El señor desconocido me tomó la mano; fijó largo rato sus ojos penetrantes en los míos, como si quisiera indagar con su mirada el fondo de mi alma. Mi corazón latía violentamente, mi espíritu se extraviaba, una nube me empañaba la vista. Pero, ¿qué te preguntó?

Reynoso, sin pasar delante de ella como tenía por costumbre, quiso abrir la puerta de madera que comunicaba con el bosque, pero antes de hacerlo lo divisaron los chicos del jardinero que volaron hacia él dando chillidos penetrantes. Quedó un instante inmóvil y una sonrisa de alegría iluminó su semblante enfoscado. Las palomas habían tenido menos suerte. ¿Qué queréis? preguntó fingiéndose serio.

Pero convencido de que era inútil luchar contra un temporal tan deshecho, renunció a agarrarse a él. D.ª Carolina era del mismo corte y figura que su hija Presentación, esto es, delgada, nerviosa y con unos ojillos vivos y penetrantes que los años habían hundido y rodeado de un círculo oscuro y fruncido.

Acababa de apostar con Frígilis que él hacía tantas docenas de cartuchos en una hora, y venía dispuesto a intentar la prueba. No pensaba en otra cosa. Llegó la luz. Quintanar miró con ojos penetrantes de puro distraídos a Petra. La doncella se turbó. Oye. ¿Señor?... Nada.... Oye... ¿Señor?... ¿Anda ese reloj? , señor, le ha dado usted cuerda ayer.... ¿De modo que son las ocho menos diez?

Esta efervescencia la hizo moverse como un ave, más bien que andar al lado de su madre, prorrumpiendo continuamente en exclamaciones inarticuladas, agudas, penetrantes.

No podía sospecharlo. El inopinado personaje era un hombre como de cuarenta años, que procuraba disimular más de diez; más bajo que alto, delgado, a su modo esbelto, de largo levitón-gabán, muy ceñido y de color manteca, sombrero de copa de anchas alas; su rostro era blanco, anémico; los ojos azules oscuros, vivarachos, y, al quedarse quietos, penetrantes; usaba gafas de oro, largas patillas, tal vez untadas de negro; tenía labio fino y mano pulida, pie pequeño y bien calzado; era homeópata, y muy sentimental; a pesar de la homeopatía, que profesaba acaso por moda y para el vulgo de las damas, era especialista en partos y en enfermedades de la matriz y de la mala educación de las señoritas y señoras que las hacía aprensivas, antojadizas, caprichosas.

Todos iban en pie contemplando con satisfacción orgullosa los prados y los árboles, los campesinos y los ganados que dejaban tras . Mas los prados, los árboles y los seres vivientes que se agitaban en aquel delicioso paisaje no recibían con igual satisfacción la visita del huésped. Sus penetrantes silbos estremecían la campiña.

Tornaba Celesto a inflar los carrillos, y tornaba la gaita a exhalar sus notas penetrantes alegrando la campiña. Cuando salía de la aldea, se echaba otra vez el instrumento a la espalda. De caserío en caserío fueron subiendo hasta el paraje donde se celebraba la romería. Era una pradera en declive, cerca ya de la cima de una de las más altas montañas.

Desencadenábase sobre al llegar á los viñedos de Saint-Georges, y á la landa del promontorio que trepaba primero, y aumentaba su fuerza en la gran playa circular de Royan que yo seguía. A pesar de estar en el mes de octubre, la landa conservaba sus perfumes agrestes, que á cada instante me parecían más penetrantes.

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