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Jaime Febrer!... Catalina le había visto siempre de lejos; pero cuando entretenía su aburrida soledad con una lectura incesante de novelas, ciertos personajes, los más interesantes por sus aventuras y sus audacias, le hacían pensar siempre en aquel noble del barrio de la Catedral que andaba por el mundo con mujeres elegantes disipando su fortuna. ¡Y de pronto su padre le hablaba de este personaje extraordinario, dando por seguro que iba a ofrecerle su nombre, y con él la gloria de sus ascendientes, que habían sido amigos de reyes!... No sabía ella si era amor o gratitud, pero un sentimiento de ternura que empañaba sus ojos la impelía hacia aquel hombre. ¡Ay, cómo iba a quererlo!

Para todos la sonrisa, pero para una sola una lágrima, perla rara de los corazones viriles, empañaba el brillo de sus ojos de acero, mientras el joven murmuraba con religioso fervor: ¡Mi tía Liette!

La diferencia de temperatura del exterior al interior del coche, empañaba con un velo de tul gris la superficie del vidrio; y el viajero, cansado quizá de fundirlo con su hálito, se dedicó nuevamente a considerara la dormida, y cediendo a involuntario sentimiento, que a él mismo le parecía ridículo, a medida que transcurrían las horas perezosas de la noche, iba impacientándole más y más, hasta casi sacarle de quicio, la regalada placidez de aquel sueño insolente, y deseaba, a pesar suyo, que la viajera se despertara, siquiera fuese tan sólo por oír algo que orientase su curiosidad.

Del tubo del aparato de cobre para hacer café, cuyo vientre, bruñido y lustroso, reflejaba el fulgor rojo del fuego, se elevaba un ligero vapor azulado que volvía a bajar hacia la mesa, en nubecillas, empañaba el azucarero de plata y coronaba con un rocío las tazas de café.

Pasó por el Océano varias veces como se pasa ante un paisaje terrestre á toda la velocidad de un tren expreso. La calma augusta del mar se borraba con el batir de las hélices y el ruido sordo de las máquinas. Por azul que fuese el cielo, siempre lo empañaba un crespón flotante salido de las chimeneas. Envidiaba á los buques veleros que el trasatlántico dejaba atrás.

Sintió un zumbido sordo en sus oídos, y delante de sus ojos una nube turbia que los empañaba. Había visto en el centro del brazalete una placa de oro, y sobre ella, esmaltadas y entrelazadas, las armas reales de España y las imperiales de Austria. Aquella prenda era efectivamente de gran valor; pertenecía, á no dudarlo, á las alhajas de la corona.

Tenían ante ellos el azul del Océano, liso, denso, sin una arruga y en el fondo, por la parte de popa, un triángulo de sombra que empañaba el horizonte, una especie de nube gris y piramidal, que era la isla... Calma absoluta... Sentados en mitad de la cubierta, no alcanzaban a ver las espumas que la velocidad de la marcha arremolinaba contra los flancos del buque.

Los vasallos de este Rey le llamaban con razón el Venturoso. Todo iba de bien en mejor durante su reinado. Su vida había sido un tejido de felicidades, cuya brillantez empañaba solamente con negra sombra de dolor la temprana muerte de la señora Reina, persona muy cabal y hermosa a quien S. M. había querido con todo su corazón.

Quiero que algún día se me aproxime, se coloque a mi lado, para acogotarla, para romperle a puñetazos los costillares, para convertir en polvo el andamiaje de su esqueleto. Comenzó a reír Fernando con estas palabras, pero se contuvo al notar la sincera vehemencia con que hablaba Isidro y el vaho de lágrimas que empañaba sus ojos repentinamente.

Ningún recelo empañaba la limpieza y seguridad de esta inclinación, si tranquila y serena, irresistible y declarada. Doña Luz, en su orgullo, doña Luz, en el cristal terso e incontaminado de su conciencia, no podía ver peligro, ya que por leve y remoto que le viese, sería como una mancha. El más ligero propósito de precaverse hubiera implicado temor y sospecha ofensiva.