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Vamos, artilleros, a vuestras piezas; ¡y vosotros, rumbo hacia la tartana, que Satanás confunda!

Este hombre, tan distinguido por la nobleza de sus sentimientos como por su talento poético, merece mención honorífica en la historia de la poesía española, y que nunca se le confunda con esos pedantes ilustrados, que se empeñaron antes en aclimatar en España la tragedia francesa.

Por manera que la dificultad no está en saber lo que es la extension geométricamente considerada, sino lo que es en la realidad. La esencia geométrica la conocemos: pero nos falta saber si esta misma esencia realizada, es algo que se confunda con otra cosa real, ó si es únicamente una propiedad que nos es conocida, sin que conozcamos el ser á que pertenece.

Pero no importa: yo me entiendo, y que no he dicho muchas necedades en lo que he dicho; sino que vuesa merced, señor mío, siempre es friscal de mis dichos, y aun de mis hechos. -Fiscal has de decir -dijo don Quijote-, que no friscal, prevaricador del buen lenguaje, que Dios te confunda.

Y maldito lo que se les importa. "Esa es cuenta vuestra, mal capitán," me dice uno. "Seis y blanco," gruñe otro. Y ese Simón que Dios confunda acaba por mandarme al demonio. ¡Desde aquí se les oye, manada de tiburones! En efecto, á pesar del rumor del viento y de las olas, llegaba hasta ellos el eco de los juramentos y las carcajadas de los jugadores que llenaban la proa.

Claro es que para que el objeto no se me desvanezca completamente, ó para que perdiendo toda individualidad, no se me confunda en la idea universal, debo reservarme algo por lo cual pueda decir esto; es decir, esto que se halla aquí, ó que me ha afectado de tal ó cual manera, ó que ha sido el sujeto de tales ó cuales modificaciones.

Sin embargo, tampoco se aburría; y quiero que conste este dato para que no se confunda con el melindre indigesto lo que era hasta abnegación de una naturaleza sobria y delicada de gustos.

Que se haga mozo de cuadra y gane con qué vivir. Ya no me pesará más encima. No , padre, dónde está, y si lo supiera no me correspondería a decirle que no vuelva más dijo Godfrey dirigiéndose hacia la puerta. Que el diablo os confunda, señor; no os quedéis ahí perdiendo tiempo e id a decir que me ensillen mi caballo prosiguió el squire, tomando una pipa.

, señor, vos... vos me habéis dicho no qué acerca de mi mujer... ¡Yo! , señor. El tío Manolillo me ha dicho también algo de eso. ¡También el tío Manolillo! Y el duque de Lerma. ¡Cómo! Y doña Clara Soldevilla. ¡Ah! Y, por último, esa mujer á quien Dios confunda... ¡Oh! ¡Dios mío! ¡como la otra! ¡como la otra! ¿Como qué otra? Como Verónica: ¿no os acordáis de mi primera mujer? ¡Ah!

El hidalgo, que se tambalea de borrén a borrén, le gobierna sin cordura, y tan pronto le castiga con la espuela como le recoge las riendas. Cuando el caballo se encabrita, luce una gran destreza y reniega como un condenado. ¡Maldecido animal!... ¡Tiene todos los demonios en el cuerpo!... ¡Un rayo me parta y me confunda! UNA VOZ ¡No maldigas, pecador!