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Está bien, ya que respeta la fortuna del príncipe dijo el coronel como único comentario. Al llegar á París, Miguel Fedor se convenció de que la princesa estaba loca, cosa que sospechaba hacía tiempo al leer sus largas cartas. Sir Edwin había muerto en Inglaterra, tres años antes, casi repentinamente, á continuación de una derrota electoral.

La cabalgada no excitó comentario alguno de los espectadores, ni la escolta dijo la menor palabra. Solamente cuando alcanzaron la hondonada que marcaba el último límite de Poker-Flat, el jefe habló cuatro palabras en relación con el caso: el que desease conservar su vida, no debía poner más los pies en Poker-Flat.

La cara de la parroquiana de la cazuela se alumbra con el espectáculo que presenta un palco con una mujer lujosa y mundana la cazuelera comunica su impresión inmediatamente a su vecina; ésta le hace un gesto correspondiente al asunto de que se trata, en seguida se hablan, cuchichean, ríen, se ponen graves, miran de nuevo al objeto del comentario y la escena se prolonga hasta que se levanta el telón.

Todo sea por Dios» dijo Encarnación, y más iba a decir; pero en aquel momento oyéronse cornetas y clarines, luego la Marcha Real y el murmullo expectante unido a las frases sueltas «Ya vienen, ya vienen». Gran estupefacción de Riquín, que nunca había visto cosa más bonita; éxtasis de la Sanguijuelera, que no cerraba el pico un momento al paso de la comitiva o procesión real, poniendo un comentario a cada parte de ella.

Parpadeó el gigante oyendo estas noticias, pero sin pronunciar una palabra de comentario. No hubiera podido tampoco decirla aunque tal fuese su voluntad, porque el profesor siguió su relato de la sublevación de los hombres. Los derrotaremos, gentleman. Hay que someter á esa canalla que pretende resucitar las vergüenzas y los crímenes de otros siglos.

IV. Mosquera de Figueroa, Comentario de la jornada de las islas de las Azores, lib. I, fols. 14 y siguientes. Miñana, en su Continuación á Mariana, tomo III, lib. VIII, cap. 10 de la edición en folio. Miñana, A., cap. 12. Herrera, lib. V. Mosquera de Figueroa, lib. II, fols. 58 y siguientes. Dorotea, lib. V. Filomena, parte 2.ª

Un estruendoso cubo de cohetes de lucería salió bufando en todas direcciones; retumbó la música; hubo un minuto de gritos, vivas, estruendo y confusión, y nadie reparó en que un pobre viejo, un barquillero, salía del recinto mitad arrastrado y mitad en brazos de dos hombres. «Le dio un accidente», decían al verlo pasar, sin añadir otro comentario. Zagal y zagala

Al concluir, ni una palabra de comentario, sino el tímido estremecimiento de un acorde musical, y pronto, a dos voces delicadas, imperceptibles en su exquisita dulzura, los recuerdos de la patria que atrás quedaba, en un bambuco que también traía para mi alma la nota de la errante música de mis pampas argentinas.

Comentario: «¡Y yo que me había hecho la ilusión de que no era honrada, para salir ahora con que no tengo más remedio que confesar que lo es! ¿Habrá visto visiones Aurora? Lo asegura de un modo, que no ... Puede que se equivoque... Puede que el caballero ese estuviera prendado de ella; eso no quiere decir que ella pecase ni mucho menos...».

Volví adonde me esperaban Flavia y Sarto, pensando en el extraño carácter de aquel desalmado, cuyo igual no he vuelto a ver en mi vida. ¡Qué arrogante tipo! fue el comentario de Flavia, que, mujer al fin, no se había ofendido con las expresivas ojeadas de Ruperto Henzar. ¡Y cómo parece sentir la muerte de su amigo! prosiguió.