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Mañana me traerá el esbozo. ¿Se lo figura usted así...? Carnes rosadas al aire libre; vestidos rosados; alrededor, matorrales rosados, y encima, la luz rosada del crepúsculo. LORENZA. Yo he visto lavanderas en Bretaña; eran viejas, sucias, feas y espléndidas; lavaban en pleno sol y estaban amarillas y terrosas. Componían un horrible poema de miseria y de espanto.

De esta manera, el maestro ha dado la vuelta al estudio rectificando los lienzos de todas las señoritas y repartiéndoles cumplidos, como se ofrecen bombones a los niños de las escuelas primarias. Todas están encantadas. Pero no acuso bastante los contornos, ¿verdad? LORENZA. ¡Ni acuso bastante los músculos...! ¡Ay! ¡Conozco mis defectos...!

Por la calle pasa la ragazza con Doña Lorenza y el futuro Marquesito. ¡Oh terribil momento! El desdichado escritor levantóse de su asiento, tiró papel y plumas, sin cuidarse de que aquellos hombres funestos siguieran ó no encargados de la gestión de los negocios públicos.

Usted lleva aquí poco tiempo. Aguarde algo más y le tenderán la red de la lección particular. LORENZA. ¿Qué lección...? EL MODELO. ¡Verá usted...! El buen Joaquín es presidente del Jurado en el salón de Artistas. Le aconsejará que acuda a la Exposición; usted irá a trabajar a su casa, a razón de cien francos diarios; mediante lo cual él le retocará el pandero. LORENZA. ¿El pandero...?

Se nota todavía en él cierta inexperiencia, pero no carece de solidez... Además, es de «pintor». Tiene usted buenas cualidades... ¡Qué lástima...! LORENZA. ¿Por qué «¡qué lástima...!»? LAFRIPE. Porque lo perderá todo. ¿Es usted robusta y violenta?

Así logró tener su hotelito en Auteuil. ¡Y pensar que Monticelli vendía sus cuadros a diez francos cada uno en las terrazas de los cafés de Marsella...! ¡Qué lástima...! LORENZA. ¡...! ¡Da grima...! Sin embargo, yo tengo la intención de imponerme como artista. Y la señorita Cassatt, que era rica, trabajó como si fuera pobre. ¡Pongamos mano a la obra...! LORENZA. ¡!

¿Y entonces? preguntó, por fin, Marieta. Entonces, dijo lentamente Tragomer, creo que se ha cometido en este asunto un error judicial y que nuestro amigo Maugirón hablaba hace un momento con mucha razón. Yo he conocido mucho á Lea Peralli, dijo Lorenza Margillier. Era una muchacha muy agradable y que cantaba deliciosamente.

ELSA. ¡Naturalmente...! ¡Lorenza está ya acabando...! IN

El abandonado. Vida virgen. La llamada del suelo. La tormenta sobre el jardín de Cándido. El poder de la mentira. Las noches claras. El hambre insaciable. Maternidad. Bajo el cielo vacio. Los pájaros se alejan y las flores caen. El crepúsculo de los dioses. Némesis. Lorenza Albani. El Justiciero. Un drama en el gran mundo. Anomalías. La amazona. La cárcel. Corazón pensativo no sabe adónde va.

Yo era ya un industrial enriquecido en los artículos alimenticios, variedad social difícil de imponer en los círculos y de implantar en la buena sociedad, y tenía que pasar de repente á la situación de pariente de un condenado á muerte... ¡La cosa no era halagüeña! Bien puedes decir, amigo mío, afirmó Lorenza Margillier, que para ser un snob, tuviste una entrada que no fué ordinaria...